Posts written by Heesu

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    Oh, qué lindo que dibujas, me gusta mucho tu estilo ♡ Por cierto, ¿cuánto tiempo tardaste en dominar el sai? Porque yo llevo un tiempo y aún no puedo aprender, soy un poco cabeza hueca ..'' sería genial que pudieras compartirme tu secreto ♡

    Saludos ^^
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    .... Hola, ¿alguien me recuerda? ;c;
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    Tan lindo como siempre n__n me gustan muchos los drabbles, en especial los tuyos, me debes enseñar a hacer algunos ;-; Porque te salen tan lindos, de verdad, te doy mi +1 somo siempre y esperaré muchas historias más de ti *^*
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    Bueno, aquí estoy.

    Sí, lo acabo de leer por segunda vez y sigue gustándome incluso más que la primera vez. Ya te lo había dicho pero no me cansaré de repetirlo, tu forma de escribir es tan bonita. Se nota la dedicación que pones en ésto y supera muchas expectativas. Escribes realmente muy poéticamente. Creo que está demás decirte que soy tu fan número uno y que todo lo que yo escribo lo hago inspirándome en tus historias.

    Sensei:c tienes un gran talento TT----TT.
    Me pasaré por tus otras historias además <3.
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    Título: Butterfly
    Categoría: Song-fic.
    Canción:
    SPOILER (click to view)



    No pienses en nada
    No digas ni una sola palabra



    El aroma que revoloteaba en el reducido espacio del hospital nunca fue su favorito, más porque parecía que aquél olor se pegaba en las blancas murallas de la habitación, dejándolas con sutiles matices amarillos, le parecía bastante repulsivo, pero la verdad es que odiaba los hospitales, el aura deprimente de las personas era siempre tan influyente. Pero por más que su estómago se revolvía, no podía irse, no podía abandonar a la única persona con aura rosácea del lugar. Su pareja desde hace más de seis años estaba recostado a lo largo de una camilla, con sábanas blancas y detalles color hueso. Había tenido un terrible accidente automovilístico y había perdido bastante sangre en el impacto. Su cabeza se había visto bastante involucrada. El menor, a pesar de estar con dolores en todo su cuerpo, aún poseía una sonrisa dibujada en su rostro pálido, algo leve. Y cada vez que parecía dejar de esbozarla, Adrian sonreía aún más amplio para que su preciado niño no dejara de reír.

    Sólo ríe conmigo



    Cómo se odiaba a sí mismo por no haber evitado el accidente. Desde la mañana tuvo un presentimiento funesto y, todavía así, no detuvo a su pareja. Él estaba tan emocionado por ir a casa de su madre con su nuevo automóvil que, al ver su sonrisa de infante se olvidó de todo. Lo único que hizo fue desearle buena suerte. Nunca se imaginó en qué terminaría. Ahora en el hospital, sentando en una pequeña silla marrón al lado de la camilla, no podía dejar sus nervios de lado, no era la primera vez que el menor tenía un accidente, pero este era, definitivamente; el peor de todos. Veía sus moretones rojizos en cada parte visible de su cuerpo, y tenía una postura bastante desganada.

    Todavía no puedo creerlo
    Todo esto parece como si hubiese sido un sueño



    Con cuidado se levantaba de su asiento para, de vez en cuando y de forma leve, acariciar sus pómulos sonrojados y sucios. Ahora que se percataba, la enfermera aún no llegaba para limpiar sus heridas. Estas estaban todavía muy abiertas y se veía la sangre acumulada, pero eso no era lo peor, lo ínfimo era la suciedad de su piel, la tierra que se colaba entre su cuerpo, parecía que cada vez había más barro en las heridas. Aparte de peligroso, no dejaba ver su piel blanquecina. Cuando quiso llamar a la enfermera, esta ya había entrado para asearlo. Pidió quedarse pero la sanitaria se negó y tuvo que salir, sin antes dejar la puerta entreabierta para poder ver todo, debía cuidar a su pareja en todo momento.

    No intentes desaparecer



    Fuera de la habitación se despejó un poco, tenía calor y quería beber algo de agua, pero no podía, ¿qué pasaba si la enfermera salía y el menor quedaba solo? De ninguna manera, por él aguantaba todo. Porque lo amaba. La angustia hizo presencia como el mar furioso de forma sorpresiva, no lo había pensando pero... ¿Y si Jean no lo soportaba? No, no, no; no podía pensar en aquello, debía ser positivo y relajarse. Tomarlo con calma, tomar bocanadas de aire, respirar hondo. Y por mucho que lo hizo no pudo evitarlo, pensó en lo peor. Pero luego cayó en cuenta que era necesario pensarlo aunque doliera. No pudo eludir los recuerdos que se adueñaban de su mente, no pudo echar aquellas evocaciones y se rindió a ellas, y recordó todas aquellas locuras que había cometido por él, por nadie más que él porque nunca había amado tanto a alguien en su vida. Él era todo para él. Era la única persona viva que amaba tanto. Por él era capaz de hacer tantas cosas. Tantas cosas que hicieron y que aún quería hacer. Rápidamente volvió a la realidad y una sonrisa se apoderó de él, una sonrisa melancólica.

    ¿Es verdad? ¿Es verdad?
    Tú, tú



    Una vez que la enfermera había abandonado la habitación dejando detrás de sí un veloz murmullo de «ya puedes entrar», él entró y pudo ver a su pequeño niño mirando la ventana ahora abierta. Se acercó con una sonrisa, pero en sus ojos se veía el reflejo de la melancolía que aún persistía tenuemente. De inmediato Jean volteó. Ahí estaba de nuevo, aquél brillo en sus ojos que parecía iluminar más que los rayos solares que entraban a través del visillo. Una lánguida sonrisa apareció en el rostro del menor. El que estaba en pie dejó de reír solo un poco, el rostro ahora limpio del joven le parecía más hermoso que nunca, estaba anonadado.


    Es demasiado hermoso, por lo que tengo miedo



    Se agachó un poco con cuidado hasta llegar al rostro de su pareja y le dio un beso. Era el contacto más limpio y cálido que había tenido con él hace mucho tiempo. Nunca había sentido tal sinceridad en aquél beso. Siempre había pensando que aquél beso en el patio del instituto había sido cercano a lo perfecto. Pero este beso era el mejor de todos. El menor cansado pareció intentar seguir el ritmo.

    Falso, falso
    Tú, tú, tú



    Sorprendido por el contacto se agachó aún más hasta quedar arrodillado y, con expresión de preocupación, tomó las manos tibias del menor. ¿Qué pasaba? ¿Por qué ese beso había sido así? ¿Por qué razón… parecía ser el último? No quiso decir nada, pero ya no traía una sonrisa, aquél gesto había sido reemplazado por unas cejas fruncidas y una boca congelada de la cual no salía ningún sonido. Permaneció en silencio por un buen rato, ante la mirada atontada del menor que de vez en cuando veía su propia mano envuelta con las del contrario, pero esta omisión decía mucho más que las palabras.

    ¿Te quedarás a mi lado?
    ¿Me lo prometes?



    Sus labios algo temblorosos se acercaron a las manos del contrario, las besó y entregó gran cariño en ellas. Luego lo volvía a mirar a los ojos para asegurarse que el brillo continuara en él y, por suerte, lo hacía. Su niño parecía tan confundido. Tan perdido, igual que él. ¿Qué le esperaría? No quería imaginárselo. Sus manos, un poco más grandes que las del contrario, abrazaban las palmas del menor, no quería soltarlo. Si fuera posible, si tan solo pudiera pedir un deseo, sería quedarse así por siempre con él, mirándole a los ojos, sonriéndole, tomando sus cálidas manos entre las suyas, entrelazando sus dedos. Quería quedarse pausado en esa escena.

    Tengo miedo de que si suelto tu mano
    Volarás lejos, te romperás



    Después de un tiempo de absoluto silencio, el mayor pareció murmullar algunas palabras sueltas, de forma grave, para continuar después: —No me dejes—. El menor, que antes sonreía fatigado, no parecía poner esfuerzos en hacerlo de nuevo, pues esto le había quitado las ganas de reír. Se veía venir el augurio. Adrian ocultó su rostro bajo las manos del contrario con expresión dolorosa y, cuando levantó su vista, vio a su pareja sonreír más ampliamente en todo aquél rato que estuvo en el hospital. Y, cómo no, sus ojos, más abiertos; le trasmitían el brillo más grande que había visto en todo el día. Eso le devolvió una gran esperanza y sobre todo, alegría. Tanta alegría invadió su pecho, que sus ojos se cristalizaron. Lo amaba tanto que no podía imaginar un mundo sin él.

    ¿Detendrás el tiempo?
    Tengo miedo de que si este momento pasa
    Esto no podría haber ocurrido



    Sus brazos inconscientemente se abalanzaron hacia el cuerpo del menor y lo abrazó. Su contacto era tan fuerte que su niño pareció quejarse, pero sabía que su dolor emocional era incluso más grande que el de sus heridas. El accidentado correspondió sin pensar a su demostración de cariño. Estaba feliz, Adrian era tan empático, tan lindo. Y el contrario pensaba lo mismo. Se amaban. Podían verse las almas a través de sus ojos. Se permitían todo. El menor pareció hablar. Carraspeó un poco pero lo logró: —Te amo—. El más alto sonrió amorosamente, estaba orgulloso del esfuerzo que parecía estar poniendo. Mirándole a los ojos, sin ninguna vergüenza y, recordando todos esos años de aventuras, le respondió —Yo también te amo—. Eran tan pocas palabras puestas con tanto sentimiento. Una escena realmente bonita, una escena de ellos dos que de repente se vio opacada con un escalofrío del menor. Este comenzó a moverse rápido y, al ver la máquina a su lado, vio como el electrocardiograma iniciaba a alterarse. Quiso calmarse y pensar en que pasaría, pero al ver los ojos de su pareja nunca espero encontrarse con algo vacío. Sus ojos vacíos, sin ningún brillo. Nada.

    Que te perderé


    Corrió lo más rápido que pudo hacia el mostrador donde estaban las enfermeras hablando tranquilamente, sin imaginarse lo que estaba pasando, al llegar no esperó ni un segundo en advertirles del problema. Las mujeres con delantales blancos salieron corriendo hacia la habitación y, de paso, un doctor que estaba ahí. La situación era de emergencia. Después de trotar rápidamente llegaron los asistentes a la habitación individual del menor y prepararon las máquinas de electricidad para intentar salvar la vida del pequeño. Adrian quería estar ahí pero se lo impidieron. Enfureció y sus mejillas enrojecieron de la ira, pero recordó que seguramente Jean no lo querría ver así, y así logró tranquilizarse. Sólo quedaba esperar. Esperar un milagro. Y esperándolo, no lo pudo evitar, soltó toda la aflicción que guardaba su corazón. Sus ojos humedecieron y las lágrimas sin previo aviso saltaron fuera de sus ojos. Aquél líquido salado hizo un recorrido largo por toda su mejilla hasta su barbilla, cayendo drásticamente hacia el suelo o, a veces, quedaban estancadas en su ropa, secándose al instante. El joven se tomaba la cabeza, frustrado, no quería admitirlo, pero lo estaba perdiendo. Perdiendo a la única persona que lo hacía feliz. Lloró un río entero. No aguantaba la angustia, su pecho estaba aplastado, casi no podía respirar, y no servía de nada parar de llorar ahora, los médicos ya habían salido con la noticia.

    Mariposa, como una mariposa
    Justo como una mariposa



    No se había podido hacer nada. Lo había perdido. Y estaba vez para siempre. Entró con pasos desganados a la sala y pudo ver el cuerpo de su, ahora, ex-pareja tendido sobre la camilla, su rostro se inclinaba levemente hacia la ventana. Antes de llegar hasta él, miró hacia atrás y miró a los profesionales con la desgracia pegada a su rostro, ellos parecieron entender y cerraron la puerta, dejándole solo con el cadáver de Jean. Por un momento sintió miedo y quiso salir corriendo, olvidarlo todo, romper todo, llorar hasta cansarse y luego desplomarse. Pero no podía. Tenía tanto que decirle a su niño. Pensaba que le había entregado todo, de verdad sentía que no podía entregarle más amor. Pero no era cierto, todo el amor que él sentía por él floreció dentro de sí y le causó un dolor inimaginable. Sus entrañas dolían, su pecho, su cabeza. Sentía la vista empañarse de nuevo. Se sentó al borde de la cama y, con su mano derecha, giró el rostro de su pareja. Lo vio con los ojitos cerrados, estaba obviamente muerto. Pero nunca imaginó la belleza de su rostro. Ahora fallecido podía notar claramente sus facciones, su piel estaba más blanca que nunca, sus pestañas más largas que antes, sus párpados luminosos, sus labios rosáceos. Era bello. Demasiado para este mundo. El sentimiento de cobardía se había ido y la melancolía volvía a aparecer. Verlo tan resplandeciente hasta en su lecho de muerte le ponía orgulloso. Sonrió sin fuerzas y una lágrima corrió fugitiva por su mejilla derecha, se acercó y besó la frente del cadáver. Cuando se echó hacia atrás, pareció hablarle, le estaba hablando a un muerto, pero para Adrian, su belleza estaba más viva que nunca. No dijo mucho, balbuceó cosas incoherentes, lo más razonable fueron las palabras de amor. El mayor sonrió al ver la cara del contrario y, de forma paulatina, colocó su mano diestra en la del contrario. Estaba frío. Fue ahí cuando cayó en cuenta que no servía de nada hablar, él ya estaba muerto. No podía hacer nada más. Pareció caer de su nube dolorosamente y sus ojos se tornaron opacos, ¿dónde estaba esa calidez? ¿Dónde estaba ese brillo en sus ojos? ¿Por qué sus mejillas estaban tan pálidas? Con miles de preguntas en su cabeza él lloró. No quería aceptarlo, pero era la realidad. La realidad era cruel. Tan cruel. En ese período tan corto se arrepintió de muchas cosas que habían pasado en su relación, pero nunca se arrepintió de estar con él. Porque él le hacía feliz, era su niño después de todo. Se sentía devastado, pero la tristeza era algo que tenía relación con el tiempo. Se daría su tiempo de luto y luego, más tarde, cuando hubiera estado mejor, recordaría a su hermoso niño. Él siempre estaría presente, no físicamente, pero su alma volaría a su alrededor siempre. Hasta el día de su propia muerte.

    Mariposa, como una mariposa
    Justo como una mariposa



    QUOTE
    Muchas gracias por leer o/



    Edited by Minnoru - 29/5/2016, 21:11
  6. .
    Capítulo 2.

    El tiempo había pasado increíblemente rápido y Henry se había dejado llevar por él. En pocas semanas habían pasado muchas cosas. Cosas que en medio año no habían intervenido en la vida del chico de cabellos medio rojizo. Había salido como desquiciado, abandonando su hogar cada fin de semana –y de vez en cuando en medio de la semana–, saliendo temprano y llegando tarde, bebiendo como nunca lo había hecho. Cada sábado o cada domingo despertaba con resaca y se prometía a sí mismo no volver a beber tanto, y solo quedaba en eso, promesas que no cumpliría. Hasta llegó a sentirse hastiado de sí mismo y del ambiente, pero, ¿cómo había permitido que su tranquila y aburrida vida se viera envuelta en eso? Era culpa de él. Simplemente de él y de nadie más. Aquél chico que había conocido “por accidente”, David, no paraba de acercarse. Lo invitaba a bares, a comer, al cine, el teatro, lo que fuera; pero siempre terminaría bebiendo aunque fuera solo una gota. Y sí, aquella vez que fueron a donar dinero a la casa de ancianos también terminó en alcohol. Henry se estaba arrepintiendo de haber aceptado todas esas propuestas, pero simplemente no podía decirle que no a esos ojos celestes cual cielo. No podía rechazar una cara tan bonita. Sí, era débil.

    Un día después del trabajo, invitó a María a comer fuera. Quería comentarle todas esas cosas que había hecho con David, y encararle por traerle un pretendiente tan fuera de sí.

    — ¿De qué hablas? David nunca fue un pretendiente.
    María comentó tomando de inmediato un sorbo de café con leche, su favorito. Lo había dicho tan calmada, sin inmutarse ni por si acaso.
    La expresión del chico era fantástica.

    —Eh… ¿Qué dices? ¡Si me lo presentaste en tu casa!

    —Eso fue pura coincidencia, no estaba en mis planes presentarte a David por el hecho de que, bueno, te habrás dado cuenta que está completamente loco —comentaba entre risas pausadas—, y ya que a ti te gusta la tranquilidad —María levantó los hombros con expresión despreocupada—. Aunque te lo has pasado bastante bien, eh, campeón.

    María guiñó un ojo.

    ¿Cómo? Henry siempre pensó que David era un simple pretendiente, y siempre lo había tratado como tal, hasta intentó actuar “coquetamente” pues pensó que el objetivo de haberlo conocido era llegar a algo más. Y ahora resultaba que siempre fue “el amigo de su amiga”. Se sonrojó un poco al pensar en aquellas veces en las que actúo cursi contra su voluntad. Se tuvo que haber visto como un pervertido.

    —No necesitas contarme que han hecho, tu cara ya dice mucho —dijo María con una sonrisa bastante grande y una sonrisa insinuadora.

    Esa chica era tan delirante. Igual que David. Ahora comprendía por qué eran amigos, si era como la versión masculina de la chica, y eso, lamentablemente, incluía el lado “romántico”, porque no solo bastaba con la mujer de rizos largos, sino que ahora tenía a un hombre que rogaba ver obras románticas. Pero eso era un detalle, seguía siendo un hombre y le encantaba. No cortaría lazos con él, nada de eso.
    Henry miró su reloj de muñeca, y se dio cuenta que iba tarde a su “cita” con David.

    —Lo siento, María, debo irme. Le prometí a David ir al cine. Quería ver el estreno de una película con un nombre raro, creo que era francesa y-
    —Cómo mareas chico, solo ve, no quiero detalles de tu cita —sonrió maliciosa.
    —Ah… no-no es una cita —replicó queriendo parecer enojado, pero solo lograba verse como un chihuahua.
    —Como digas —María rodó los ojos—. Ya, ve…

    Henry asintió y salió a un ritmo acelerado en dirección al cine. Estaba un poco ansioso, hace un buen tiempo que no salía a disfrutar de un filme.
    Al final llegó y vio, entre la multitud, unos mechones negros y brillantes, era el cabello más obscuro que pasaba por ahí. Además lo notó por la altura, claro. Henry esbozó una sonrisa casta y caminó hacía él, el contrario había comprado los boletos y el pop corn. Solo faltaba entrar a la sala, y el menor así lo hizo confiando en que sería una gran película. Grave error.

    —Debes estar bromeando —comentó por lo bajo cuando las escenas románticas se hicieron presentes e inundaron la sala.

    —Shh, se está poniendo bueno —dijo David sospechosamente emocionado, un deje de ansiedad saltó de su boca.

    Henry intentó tranquilizarse y darse apoyo moral a sí mismo “Tú puedes soportarlo”, pero perdió completamente la cordura cuando las escenas empezaban a subir de tono. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¡Era una cinta pornográfica!

    —¡Debes estar bromeando! —repitió más fuerte, contrayéndose contra su asiento reclinable.

    Por el rabillo del ojo pudo notar la mirada de David. Era espeluznante, parecía un pervertido. Aunque ese chico le había invitado a ver una película erótica…, probablemente sí era un pervertido.
    Empezaba a alterarse, ahora sí que no quería estar ahí, hasta pensó en irse pero no podía, no quería dejar plantado a David, ¿pero tendría que soportar ver aquella cinta? Un escalofrío le recorrió toda la espalda. Salió de su ensoñación cuando llegaron a sus oídos los sutiles gemidos de la actriz, que llenaba la sala y resonaba de forma inevitable. Henry esquivó la mirada hacia sus piernas, miraría cualquier cosa, menos la gran pantalla que ocupaba su vista completa. Se sonrojó intensamente cuando los sonidos llegaban fuertemente. En parte quería levantar la vista, pero no podía. De vez en cuando miraba al frente, pero se arrepentía al instante.
    Cuando la película por fin había terminado, los chicos se detuvieron en la salida del cine. El menor no quiso dirigirle la mirada al más alto.

    —Bueno… adiós.

    —Espera, Henry —le llamó levemente— ¿Qué te pareció la película? —comentó tranquilamente, su tranquilidad ponía de los nervios al contrario.

    —David, me trajiste a ver una película porno, claro que no me gustó.

    El mayor sonrió.
    —Sabía que no te iba a gustar, de hecho ni siquiera miraste la pantalla.

    —Te-Te diste cuenta…

    —Por supuesto, era bastante obvio —Henry enrojeció—, pero… ¿te excitaste? —preguntó con descaro.

    — ¿P-Perdón?

    David se acercó peligrosamente, haciendo que el contrario retrocediera unos cuantos pasos y, cerca de su oído, preguntó:
    — ¿Quieres repetir lo que vimos?


    QUOTE
    Gracias HackIgnis, me alagas:/3. De verdad, muchísimas gracias por tu comentario!
    —vuelve a huir—.

  7. .
    Título: Un enamorado detractor.
    Advertencia: Nada, solo escaso vocabulario (?).
    N/A: Hola (?) hace mucho que no escribo y esto no se acerca mucho a lo "bueno" pero es para experimentar con el tema de los fanfics originales :3. Y nada, ojalá dejen sus críticas♥ que me sirven mucho uwu.



    CAPÍTULO 1.

    Aquella tarde en el cine había sido la más aburrida de todas. Ya había visto películas románticas con su mejor amiga anteriormente, pero nunca antes le había tocado ver una tan tediosa y melosa como aquella. Prácticamente bostezó en cada escena, y Maria estaba demasiado ocupada suspirando cada vez que los protagonistas se dedicaban poesía básica. Cuando salieron perezosamente de la sala de cine, Henry estaba aturdido de tanto que se tocaba la cien. La chica a su lado lo miró curiosa y le preguntó, sarcásticamente:

    —¿Te gustó la película?

    El chico de cabello cafecino y ojos avellana arrugó el gesto y, hastiado, le fulminó con la mirada.

    —Sabes que odio todo lo romántico y meloso, es tan asqueroso —dijo, haciendo una mueca de asco ante lo último.

    Henry Moore era un chico bastante normal. Tenía veintitrés años y era un oficinista. Eso podía explicar el semblante aburrido que él desprendía de sí, aunque en realidad podía llegar a ser bastante extrovertido. Claro no era un adonis, pues sus características físicas eran usuales: cabello café y ojos del mismo color. O eso decía él, pero específicamente su cabello era castaño rojizo y sus ojos avellana. Aunque, ¿a quién le importaba? Nadie lo notaba cuando estaba con su mejor amiga Maria. Ella era una belleza, pues era alta por naturaleza (incluso más que Henry), su cabello era largo, liso y de oro, poseía unos hoyuelos hechos a la medida al lado de su resplandeciente sonrisa de perlas, unos labios medianos y siempre rojizos, pero nada de eso llegaba a la altura de sus ojos, verdes como un césped recién regado en las mañanas, con un brillo único. Su rostro era un poema y para qué decir de su cuerpo.
    No se hable más, pues dejaríamos en vergüenza a nuestro amigo Henry, quien siempre rodaba los ojos cuando escuchaba a los chicos hambrientos decir que alguien como él no merecía una novia tan linda. Pero no podían estar más equivocados, pues él era homosexual. De clóset, claro. Pero homosexual al fin y al cabo. Maria lo sabía y lo aceptada, más de lo normal de hecho, hasta el punto de pasársela siempre buscando pretendientes para Moore.

    Maria influenciaba a Henry de distintas formas, diciéndole que si seguía con eso de no ser romántico, no conseguiría a nadie que quisiese ser su novio, y aunque eso no era cierto el chico lo creía, pero no se molestaba en cambiar. Él era joven pero no era un príncipe enloquecido, detestaba las películas románticas, las parejas visiblemente enamoradas en el tren subterráneo, las poesías, canciones o libros melosos (a pesar de que era fanático de la literatura) y, en general, todo lo que fuera sensiblero, rosado y esponjoso. Todo lo contrario a Maria.

    La chica de cabello extenso miraba el cielo ya anochecido, con sus brazos detrás de la cintura, silbando. Obviamente ocultaba algo, y Henry suspiró cansado. Sabía de antemano que tramaba la chica, seguramente le presentaría a otro chico con el cual salir, pero se apresuró en preguntar. La chica no aguantó más y riendo traviesamente cual niña de cinco años al ver una piruleta, lo rodeó con su brazo y comenzó a cantar felizmente mientras caminaban en dirección a la casa de Maria. El oficinista sonrió al ver la felicidad de la contraria, quizá era una buena noticia y no otra propuesta. La chica de rasgos finos sonrió ahora más ampliamente y una brisa fresca le despeinó los mechones.

    —Por fin encontré el chico ideal para ti —sentenció con expresión infantil.

    La sonrisa de Henry desapareció con una velocidad maravillosa.

    —Es una broma, ¿verdad? —exclamó arqueando una ceja, mirándole desde abajo. Otra cosa que odiaba era ser más bajo que ella.

    —Claro que no tontito —decía Maria sin quebrarse. De pronto lo tomó de los hombros y lo sacudió algo violento—. Si no es ahora nunca lo será, créeme, él es perfecto para ti. Ahora apresúrate que está esperándonos en mi casa.

    Henry quiso huir, pero el brazo desnudo de su amiga lo atrapó como si se tratase de una correa. Ahora él se sentía como un perro siendo llevado a la fuerza a la veterinaria. No quería, no le gustaba para nada que Maria le presentara chicos, porque le hacía sentirse incapaz de entablar él una relación, y le ponía terriblemene nervioso hablar con un hombre desconocido. En el fondo le agradecía, pues sus habilidades de comunicación habían mejorado bastante desde que ella comenzó a mostrarles "posibles novios", o sea, desde secundaria. Obviamente el poco romanticismo y coquetería que tenía el de cabello corto espantaba a los pretendientes. Él decía que no importaba y que no estaba interesado, a pesar de que hace muy poco Henry estaba de verdad poniendo esfuerzo por complacer a algún chico, más porque Maria comenzaba a traer chicos que visualmente le atraían bastante. Nunca lo reconocería por temas obvios. Era orgulloso.

    Llegaron a la casa de Maria, Henry le daba mil y una escusas de porqué debía volver a su casa pronto porque sino su gato moriría de hambre o cosas así, pero silenció al instante cuando la puerta se abrió de par en par. Maria anunció la llegada con un "estoy en casa" y se escuchó el ruido de un sofá desde la sala de estar. Henry entró en pánico y un escalofrío le recorrió toda la espalda. Se sobresaltó y se sonrojó antes de ver al muchacho, ¿a quién habría traído Maria esta vez? Era un misterio que aclararía en breves segundos.

    —Cada vez que vas a ver a un chico te comportas tan pasiva —comentó por lo bajo entrando a la sala de estar, riéndose. —David, amigo.

    Maria entró eufórica y saludó al chico nuevo.
    —Buenas, Maria.

    Henry, desde más atrás, observó cuidadosamente al que era su pretendiente, y antes de juzgarlo lo examinó detalladamente y..., a quién vamos a engañar, fue precisamente eso lo que no hizo. El sonrojo que antes de verlo se apoderó de sus mejillas persistió y todavía más ahora. David era alto, más que Maria, poseía el pelo negro intenso como la noche más tenebrosa, su figura era delgada y su rostro fino con pestañas largas, y sus ojos eran celestes como el cielo. Tenía un brillo igual o más cegador que los ojos de Maria, estaba seguro que no había visto antes ojos tan bonitos. Henry pareció murmurar algo como un saludo y David se acercó a él, ya que el menor no lo hizo.

    —Hola —saludó amable, Henry contestó de igual manera.

    —Vamos a la cocina chicos, tengo masa para hacer pizza. —Maria habló ahora hacia la cocina, seguida por ambos chicos.

    La noche fue bastante divertida, primero comieron pizza y otras cosas agradables al gusto para condimentar el anochecer, jugaron juegos de mesa, pero bastante interesantes, obviamente no jugarían esos más "subidos de tono" por la situación, pero Maria tenía de todo. Hablaron por horas y Henry parecía soltarse cada vez que bromeaban y Maria le daba una oportunidad para hablar más intensamente con David. Estaba aún tenso pero no tanto como antes. Por último vieron una película, romántica. Henry bufó pero no podía evitar reír por la situación, y terminó viendo la película completa de dos jovenes que se enamoraron al caerse al mismo tiempo en los pasillos de la escuela, una idea bastante original para una cinta. Al final las cosas terminaron bien, David se retiró a su casa primero y, seguido de él, Henry.

    —Qué día... —comentaba para sí mismo el chico de cabello rojizo, recordando la cara de David e inconscientemente suspiró.

    Cuando había llegado a su departamento se desplomó sobre su cama blanda como plumas y se quedó dormido enseguida, sin darle vueltas a todo el asunto de David, pues pensaba que sería nada más que eso, un pretendiente. Y ya estaba.
    Se durmió sin asimilar el fuerte impacto que tendría aquél chico en su vida personal.


    QUOTE
    Y ya más nada, adiós —huye—.



    Edited by SheepJr - 9/1/2016, 01:28
  8. .
    QUOTE
    Leonardo da Vinci
    Eres un hombre del Renacimiento. Leonardo da Vinci fue el genio más polifacético jamás conocido. Pintor, escultor, arquitecto, matemático, inventor, escritor... nada escapó de su legendaria curiosidad, y es la muestra de que una forma nueva, lógica y natural de ver el mundo puede elevar al hombre más allá de lo que nadie hubiera pensado.

    Muy bueno el test n__n
  9. .
    QUOTE
    Ojo de perro
    Tiene 6 de 8 respuestas correctas, por lo que su vista es comparable a la de un perro. Su visión del color es normal: podría ser peligroso para usted para sobrevivir en la selva y detectar todos los peligros, pero usted puede recoger con éxito la ropa adecuada para complementar su tono de piel.

    Algunos eran simplemente imposibles para mí D:
    Buen test~ uwu/
  10. .
    Título: Amarte en Guerra.
    Categoría: One-shot.
    Sinopsis: ¿Una pareja homosexual en plena guerra mundial? Es difícil de imaginar, más cuando uno de ellos trabaja para “el jefe”.
    N/A: Es muy divertido trabajar en una historia para un reto, es la primera vez que lo hago y me ha gustado mucho. Gracias por leer uwu.



    Abril 16, 1945; Alemania (Berlín).

    Fuera de estas cuatro paredes de madera podrida, que mantienen en pie una vivienda bastante humilde, se oyen unos estallidos ensordecedores que hacen vibran el suelo opaco del hogar. Desde la ventana se puede ver luz, a pesar de ser las una de la mañana y estar en medio de grandes estructuras de cemento al borde del colapso. Nadie duerme; los militares se habían descuidado y los rusos habían aprovechado este descuido para atacar. Eran bombas, no se podía dudar de aquello. Los habitantes de Berlín ya conocían el sonido estrepitoso de los bombardeos. Nunca se acostumbrarían.

    Dentro de la casa, la sombra de un hombre se asomaba por la luz sutil que traspasaba el vidrio, aquél varón se hallaba sentado en una esquina lúgubre de la morada, con las rodillas a la altura de su pecho y la cabeza escondida entre estas. Estaba temblando de miedo, pero no temía por perder su vida en ese preciso momento, tenía temor de perder una vida ajena. Heiner era un hombre de cuarenta y dos años, casado con un ser de su mismo sexo hace veinticuatro años. Sí, su esposo era un varón. Y por desgracia, era un militar alemán bajo la orden del führer.
    Heiner, de cabello azabache y ojos avellana, comenzó a sollozar. Sentía una tremenda pena al saber que su esposo, cualquier día, podía perder la vida. Pero lloraba también por sentirse inútil.


    Eran las tres y media de la mañana, más o menos; el chico de pestañas largas se había quedado dormido esperando a su amado. Despertó al sentir la puerta rechinar, esta se abrió lentamente, raspando la madera contra el suelo disparejo. Entró una brisa que pegó de lleno en el rostro del de pelo anochecido. Éste se asustó al ver la figura humana en la puerta, pero al enfocar mejor su vista, cuando el que estaba en pie encendió la luz artificial, se dio cuenta de quién era. Sonrió.

    —Barend… —suspiró con voz soñolienta—, pensé que ya no vendrías. Jamás.

    El rostro de Heiner lo delataba a cinco metros, era obvio que había derramado lágrimas, sus ojos estaban hinchados y poseían un color carmesí opaco, y sus mejillas estaban mojadas y pegajosas. El militar, con su parada prepotente y su mirada dura, como la de una persona que ha matado a muchas personas; cayó al suelo para estrechar el cuerpo de su esposo. El de ojos avellana le correspondió sin pensarlo. Hace tiempo no se sentía prisionero de los brazos de su cónyuge.

    Barend era un hombre de cuarenta y tres años, casado con Heiner hace veinticuatro años. Su actitud era muy distinta en comparación con su contrario. Él era fuerte, valiente y prepotente cuando estaba fuera de casa; pero cuando compartía con su amado era amable, cuidadoso y fiel. El menor, al contrario, era siempre igual: amoroso con todos, pero el amor que sentía por Barend era hasta más superior que el amor que sentía por sí mismo. Mucho más supremo. Mucho más.

    Sus personalidades podían ser desiguales, pero ambos se amaban por igual. Llevaban muchos años de casados. Veinticuatro para ser más exactos, y pronto cumplirían los veinticinco. Es difícil pensar en un matrimonio homosexual en los años 40’s. Es hasta imposible, tanto que había ciudadanos que aún no sabían de la existencia de esta sexualidad, y la mayoría pensaban y piensan que se trataba de una “enfermedad” (contagiosa o letal, según ellos). Ellos mantenían su relación escondida de la sociedad, por varias razones. Sus vecinos podían pensar que estaban enfermos y se alejarían, y a su vez, advertirían a los demás ciudadanos de Berlín. La iglesia podría enterarse y castigarles. Y podrían hasta matarlos. En esta ciudad todo podía pasar. Absolutamente todo. Y era un miedo que la pareja de enamorados compartía: el rechazo. Por lo que ambos estaban de acuerdo en esconder su relación. Cada vez que alguien les preguntaba del porqué vivían juntos, respondían diversas cosas, pero su última mentira era que “eran parientes”. Una mentira clásica.

    ¿Y por qué están casados, en un principio? Todo ocurrió un nueve de Marzo del año 1920. Dos jóvenes de diecisiete y dieciocho años respectivamente, se conocen en una feria de frutas de aquellos años. Heiner no tenía a su madre viva, por lo que debía encargarse de cuidar de su padre enfermo (que murió en 1927) ganando poco dinero lavando y vendiendo frutas a los ricos de la época. Barend con sus dieciocho años recién cumplidos, tenía actitud para caminar. Solo con verle la cara se podía decir que era mujeriego, pero todo aquél que lo confirmara estaba errado. Él era homosexual de toda la vida, por lo que él decía, pero solo se había dado cuenta unos pocos días antes de cumplir los quince. Era muy vulgar para la época, el malcriado de la familia. Pero tenía que vencer el orgullo cuando le ordenaban que comprara frutas. Ahí conoció a Heiner, le vendió manzanas. La actitud altanera del mayor hizo que el azabache, que casualmente también resultó ser homosexual, cayera profundamente enamorado del de cabellos rubios y ojos pardos: Barend.
    Ambos empezaron una relación amorosa, y más o menos al mes y medio después decidieron casarse. ¿Pero cómo lo harían? Nunca se había visto un matrimonio del mismo sexo en aquella época, sin embargo, existió un viejo cura que tenía un pensamiento muy distinto al de los demás miembros de la iglesia católica, y los casó, en secreto. Por lo que es un matrimonio legal en toda regla.
    Y así consiguieron casarse. Y consiguieron llegar a los veinticuatro años de casados.

    Pero sin más flashbacks volvemos a la actualidad.
    Mientras la pareja de enamorados duerme sobre la cama húmeda, que se vuelve caliente cuando ambos se acuestan juntos; debemos hablar del dilema. Faltaba poco más de una semana para que fuera treinta de abril, aniversario de matrimonio. Y Barend se ha estado cuestionando qué darle a su amante. Ha pensado en muchas cosas, caras y baratas. Ha pensando mucho, realmente. Pero hay un problema que, les ha impedido, a ambos, sobrellevar sus vidas personales: el dinero. ¡Oh, dinero! Aquello que solo algunos pueden conseguir.
    Barend quiere hacer feliz a Heiner…, pero no sabe cómo.


    Abril 17, 1945.

    Heiner despierta y se estira, le cuesta acostumbrarse a la luz de la mañana, y para evitarla, se da vuelta; girando sobre sí, encontrándose con el rostro de su esposo.

    —Buenos días, Barend. —comenta brevemente, sonriéndole.

    —Buenos días —, el militar se levantó al instante.

    Eran las cinco de la mañana, ambos se levantaron para ir a trabajar. Si uno de los dos dejaba de hacerlo, seguramente morirían de hambre. Estaba muy obscuro fuera, y hacía un frío de muerte. Pero aun así debían salir a laborar. Era el esfuerzo de esos años. Comieron juntos, pero solo duraría minutos, y al final del día se verían otros pocos minutos más –si es que se veían–. El primero en salir siempre era Barend.

    —Vuelve pronto —, le dijo el menor, besándole en la puerta.

    Su compañero sonrió y su cara era más amigable de lo normal, pero al momento de salir de casa su mirada se endurecía. Y miraba mal a todo aquél que le pareciera sospechoso. Y no solo él cambiaba de postura cuando se alejaba de su amado, la sonrisa de Heiner también se esfumaba cuando el rubio salía de casa. Pero qué se le iba a hacer. Eran cosas de trabajo, y sabemos que los sentimientos no se pueden mezclar con lo laboral. Nunca.
    Era triste que, una pareja que se amaba verídicamente, no poseían tiempo para sí mismos. Con suerte se veían, con suerte se besaban, y casi nunca tenían relaciones. Cualquiera se cansaría de la rutina –ellos ya lo estaban–, pero nunca se cansarían de amar al otro. Y es que era una relación más fuerte de lo que podríamos imaginar. Físicamente estaban siempre lejos, pero sus corazones latían al mismo tiempo. El corazón de Heiner latía frágilmente al vender frutas y verduras; y el corazón de Barend retumbaba al compás de los misiles. Se amaban.
    Y si la vida ya era cruel para ambos, más lo fue hace seis años. El comienzo de una tortura.


    A esa misma hora de la mañana, el jefe de todo un país hacía una charla ante sus seguidores fieles. Ante sus militares fieles y honorables, que lo protegían. Muchas veces el señor de bigote reducido hablaba ante la ciudad, pero pocas veces eran malas noticias. Esta vez, era de esas pocas veces. Habló casi gritando que estaban perdiendo, perdiendo todo. El final se acercaba, pero nadie se lo quería imaginar (algunos, sin embargo, lo soñaban). Barend estaba entre la multitud, al frente, cuidándole las espaldas al führer, con su ceño fruncido y amenazando a la gente con la mirada. Era así, los militares tenían el poder.

    ¡Heil, mein Führer!

    El discurso acabó.
    Todos debían volver a su rutina para poder sobrevivir. Incluso Barend, quien suspiró, bajó la cabeza despejando su mente para pensar solo en su esposo. ¿Qué haría? Pronto cumplirían veinticinco años, y el de ojos pardos no quería que fuera un día como cualquier otro.

    La jornada fue extensa y, por sobre todo, aburrida. No hubo nada extraño el día de hoy. Barend ya debía volver a casa, y eso le hizo feliz por un instante. Quería sacarse inmediatamente aquellas prendas que tanto le incomodaban. Quería sacarse esa tela verdosa llena se insignias, aquellas largas botas negras embarradas en barro, aquél casco verde opaco, y aquél cinturón que cargaba el causante de muchas muertes: su ametralladora MG 34. Bueno, en realidad Barend asesinaba, pero él no quería hacerlo. Él no quería ser un asesino, pero era su trabajo. Y a él lo mandaba una fuerza superior.

    —He, Barend, vámonos por unas prostitutas, ¿qué dices? —, hablaba a sus espaldas otro militar. Un borracho de toda una vida, desde los trece años.

    —Estoy casado, Erich.

    —Por favor, yo también lo estoy —afirmaba—, pero con esto de la guerra con suerte puedo verla. La amo pero también tengo mis necesidades.

    —Ya te he dicho que no, Erich —, el rubio comenzaba a perder la cabeza.

    —Vamos, ¿cuándo fue la última vez que te acostaste con tu mujer? —preguntó, sonriendo con una cara de malicia. Quería tentar a Barend.
    El de ojos pardos guardó silencio.

    — ¡Tú te lo pierdes, maricón! —le insultó, sacando una botella de quién sabe dónde, para bebérsela —Además, tu esposa debe ser una puta, ya debe estar acostándose con otros hombres.

    Suficiente. Solo eso bastó para que Barend perdiera la cabeza. Había insultado a su “esposa”, que en secreto era un varón. Pelearon. Los movimientos del borracho eran ágiles, a pesar de estar bebido. Era más ágil y más rápido, pero no era tan fuerte como el más alto, y eso le dio gran ventaja a este para apuñalarlo en el estómago. Pero Erich era vengativo, y cuando tomó el arma que estaba a un costado, con intensiones de dispararle en la frente al rubio, éste último reaccionó más rápido. Tomó con destreza su Maschinengewehr 34 y le disparó al pecho a su compañero. Solo bastó un disparo. La bala era poderosa y casi al instante el hombre murió. Desangrándose.
    Barend se dio cuenta de lo que había hecho y, sin pensarlo, corrió lo más que pudo a su casa.


    Heiner ya había llegado a casa, y a los minutos su esposo llegó.

    —Llegas temprano hoy —le dijo de espaldas—, ¿cuál es el motivo de…? —guardó silencio, Barend estaba llorando.

    El menor se quedó en silencio. Hacía tiempo que no veía llorar a su contrario. Ya hasta pensaba que no le quedaban lágrimas, pero…, ahora las estaba derramando. El mayor cayó al suelo y comenzó a sollozar más fuerte; ahí Heiner reaccionó y lo siguió hasta confortarlo con uno de sus abrazos cálidos. Le preguntó qué le pasaba y Barend respondía que “había hecho algo horrible”.
    Al ser militar, nunca había sentido tanto dolor por matar a alguien –sin contar la primera vez– ya que lo obligaban a hacerlo. Era su trabajo en cierto modo. Ahora le dolía porque había matado a alguien sin ser obligado. Era distinto el sentimiento.

    —Tranquilo…, ya pasará. —Heiner intentaba consolarle, pero él sabía que Barend no podía más.

    — ¡Estoy cansado de esta mierda! —seguía llorando en el hombro de su pareja. — ¿Por qué tuve que nacer para esto…?

    —Ambos, Barend, ambos. —Heiner también sentía dolor. Un dolor punzante en el pecho al ver como estaba su situación. La situación de ambos.
    Esa noche tuvieron relaciones, y de eso modo pasaron el mal rato.


    Abril 30, 1945.

    Era el día. Era el tan esperado día. El aniversario de bodas de Heiner y Barend. Éste último se cuestionó semanas anteriores muchas veces qué darle a su esposo. Y a pesar de que no tenía nada material, si se le había ocurrido algo. Aunque no estaba nada seguro de cómo lo iba a tomar su amado.
    El día era especial: fueron muchas semanas en las que el sol no se asomaba, pero en este día la estrella mayor del sistema solar había dejado ver sus rayos abrazadores, iluminando la pequeña habitación de los amantes. El ambiente era cálido. Fuera los pájaros cantaban felices por la salida del astro. Heiner abrió sus ojos avellana, y se dio cuenta que Barend fijaba su vista en él.

    —Feliz aniversario, pequeño Heiner.
    El nombrado, feliz porque su pareja lo había recordado, lo abrazó debajo las sábanas. “Feliz aniversario a ti también” repetía en susurros contra el oído del contrario. Se besaron mucho.

    —Gracias pero, ¿no deberías estar trabajando, Barend?

    —Yo quería regalarte algo, pero no sabía qué —decía lentamente—. Así que, como agasajo, te daré mi estadía aquí, por todo el día.

    Heiner quedó mudo por unos segundos, y comenzó a llorar.

    —Sé que soy un esposo terrible pero…

    —Estoy tan contento —decía Heiner, entre lágrimas— por fin, por fin…, veinticuatro horas juntos es el mejor regalo que podría recibir. Te amo tanto, Barend.

    —Y yo a ti. Heiner…, te amo tanto que quiero llegar a ser viejo contigo. Quiero estar contigo todo el resto de vida que me queda. Ni las guerras podrán separarme de ti.

    Ni las prendas más caras del mundo podían hacer feliz a Heiner. Ese era su deseo. Tener a Barend cerca, aunque sea por un día. Tenerse cerca el uno al otro y expresarse el amor que se tenían, el amor que fue congelado por seis años, pero nunca fue desintegrado. Un amor sincero y fiel. Después de todo, ellos solo se tenían el uno al otro. Ellos eran sus propios pilares en la vida. Eran la razón del otro para levantarse cada día. Todo lo que hacían lo hacían pensando en el contrario. En nadie más. Solo ellos existían en estos momentos. Por un segundo querían olvidar que estaban en medio de una guerra. Por un segundo querían creer en un mundo en paz. Por un segundo querían abrazarse y no soltarse nunca más. Querían besarse. Querían hacerlo.

    Veinticuatro horas de paz. Veinticuatro horas de amor. Veinticuatro horas de pasión.

    A medida que las horas pasaban, el día iba cambiando. Si la mañana estaba soleada, ahora la tarde mostraba otra cara: lluvia feroz. Pero no importaba, porque la casa…, no, el hogar del matrimonio estaba lleno de vida. Lleno de luz. Sus miradas tenían un brillo propio, el brillo de la pasión, más potente que la luz del sol.
    El amor estuvo presente exactamente veinticuatro horas. Y hasta un poco más.


    Mayo 7, 1945.

    Había acabado. Todo había acabado.
    La batalla de Berlín había durado doce días y, por fin, había terminado. Y consigo, había terminado también la guerra tras la rendición Alemana el siete de Mayo.
    Los militares eran libres, Hitler, el führer, se había suicidado y su alma ahora era libre, junto con los militares que estaban bajo su orden. Barend era uno de ellos. Uno de los pocos sobrevivientes militares de la batalla de Berlín. Tenía lesiones graves por todo el cuerpo, pero nada importaba ahora. Era libre, ¡libre, después de seis años de tortura!
    Las horas pasaron eternas para Heiner en casa, pero al final del día, su esposo llegó. Como siempre lo hacía. Ahora estarían juntos, tranquilos. Por fin se podía observar una sonrisa real en el rostro de ambos hombres. Eran libres. Se amaban más que nunca.

    Todo valió la pena.

    —Si no estuvieras a mi lado, hubiera muerto hace muchos años.

    —Sin ti, seguramente habría muerto mucho antes de la guerra.

    Nunca habían sido tan felices. Esa noche salieron y, Barend, quemó su uniforme de militar. Ahora solo quería ayudar a su esposo en la frutería y verdulería, quería vivir tranquilamente con la única persona que había amado. Su esposo. El que lo acompañaría en todo a futuro.
    La guerra no había terminado al cien por ciento respectos los otros países, pero esperarían pacientes las noticias en la radio. Esta vez juntos.
    Juntos podían vencer una guerra. Juntos podían sobrevivir a miles de guerras. Si han estado juntos veinticinco años, podrían estar perfectamente sesenta, setenta, ochenta y muchos años más juntos.


    Edited by SheepJr - 31/8/2015, 01:19
  11. .
    Ah ~ estoy tan aliviada de que la pelea la haya ganado el tipo bueno nwn . Este personaje x es bastante cómico a pesar de su mala suerte, me gustó su actitud tan burlezca xdd. No sé quién será, pero será que es ... ? Mejor no arriesgarme, cuando lo nombre veré si estaba en lo corecto ewé

    Espero Conty, Taiga-san ~
  12. .
    Ya era hora de que Mordecai aceptara que estaba loquito por Rigby ains♥nwn

    Muy buen capítulo, espero que encuentren a Rigby D:

    Nee Taiga-san~ espero contyy & espero que tus problemas hayan desaparecido uwu ~
    Nos leemos =3.
  13. .
    Título: Unexpected
    Pareja: Nagumo x Suzuno (+Hiroto).
    Advertencias: Para los que busquen romance, este no es el fanfics que querrán leer (?). Contiene violencia (mucha):3.

    ----------------------------------------------------------

    El calendario de hojas amarillentas colgado en la pared del departamento indicaba que faltaban solo tres días para su quinto aniversario. El sábado catorce se cumplían cinco años desde que el albino decidió declararse al que indicó una vez era el “amor de su vida”. Este ya tenía todo planeado: invitaría a Nagumo Haruya a cenar bajo la luz de la luna, con velas rojas aromáticas y con melodías románticas para ambientar. A Suzuno siempre le gustaron las cosas románticas y bien hechas. Además de eso, tenía un regalo especial; le propondría a Nagumo el compromiso. El de ojos zafiro tenía todo tan bien planeado, que se negó a pensar que algo podría salir mal.

    Grave error. Ya que por otra parte, Haruya tenía otros planes muy distintos a los que tenía su pareja. Para hacer el “cuento corto”, éste estaba preparándose psicológicamente para terminar la relación. ¿Pero por qué terminar una relación a solo tres días de cumplir cinco años juntos? ¿Cuál era la razón del porqué Haruya terminaría la relación con alguien tan cariñoso como Fuusuke? Simple: conoció a alguien más. Y ese alguien no era nadie más que Hiroto Kiyama, su compañero de trabajo y principal razón de celos de Suzuno, y tenía razones para ponerse celoso.



    Era día miércoles y el sol estaba recién escondiéndose por entre los altos edificios de la ciudad cuando Nagumo llegó de su trabajo, extenuado. Y ahí estaba Suzuno esperándolo con una gran sonrisa, y sin embargo, esta cambió al ver la cara de su pareja, preocupándose.

    — ¿Qué pasa amor? —, preguntó amablemente.
    —Tenemos que hablar —respondió el de cabello ardiente, cortante y distante, tanto que Fuusuke sintió frío con solo escuchar su voz.

    Pasaron no más de diez segundos cuando el de ojos ámbar ya había dicho aquello que Suzuno nunca esperó oír del amor de su vida,
    “Quiero terminar contigo”
    Y lo dijo tan relajado que el albino lo malinterpretó, riéndose al instante, pensando que se trataría de una de esas bromas que tanto solía decir Haruya.

    —Tú y otras de tus malas bromas, Haruya —dijo entre pequeñas risas.
    —Es que no es una broma Suzuno.

    El más bajo sentía que todo era una sucia broma de su pareja, pero algo en el tono de voz de Haruya le hizo cambiar su rostro y palideció. Pareció no comprenderlo muy bien, ya que demoró bastante en reaccionar, pero al final lo hizo bruscamente. Se levantó del sofá de espuma con el ceño fruncido y lo encaró: “¡No puedes hacerme esto!”. Nagumo calló, sabía que le esperaba un gran sermón por parte del albino, pero al bajar la cabeza y sentir que el contrario no decía nada, levantó la vista viendo el perplejo rostro perdido de su par.

    —Eh…, Fuusuke…
    —Vete de aquí, Haruya. —expresó en un tono de voz tan apagado, que el de cabello rojizo sintió lástima y culpa.

    El de piel más morena quiso decir algo, pero Suzuno lo volvió a encarar diciéndole miles de cosa que Nagumo nunca esperó oír de su pareja. Lo trato pésimo, y hasta su cálido tono de voz cambió a uno grave y chillón, su rostro enfadado era escalofriante, pero bueno, tenía sus razones para ponerse así. Y es que le parecía demasiado extraño que su ahora ex pareja terminase con él, si llevaban un noviazgo de lo más encantador, y sin embargo, cuando el albino pidió razones, el de cabello rojizo pareció decir falacias frente el punto de vista del más bajo.
    “Ya no puedo soportar tus celos enfermizos, que siempre estés tan apegado a mí, que no comprendas lo que yo quiera. Fue lindo al principio, pero te has convertido en una bestia”.
    Suzuno negó todo. No entendía a su ex novio, ¿cómo podía decir semejantes barbaridades? Si el albino lo único que hizo durante esos cinco años fue amarlo con toda su intensidad…, por eso no comprendía al de ojos ámbar, ¿qué había hecho mal?
    La pelea no duró mucho, y Fuusuke cortó la conversación de forma cortante: echó a Haruya y le dijo que no quería volver a verlo. Así sin más. Y Nagumo le hizo caso sin quejarse, es más, hasta le había dicho que se iba a ir aunque el albino no lo echara.
    El de peinado extravagante armó su maleta y salió del departamento.
    Las cosas que llevaba no eran muchas, solo unas cuantas prendas, pero el departamento había quedado tan solitario para Suzuno, que sentía que había sido saqueado. No se sentía pleno sin él. Quería volver a tenerlo.
    Pero ya era tarde, y Nagumo se había marchado a la casa del que sería, desde ahora en adelante, su nueva pareja: Hiroto.

    Las cosas que gritó Fuusuke eran incoherentes, y las respuestas de Haruya eran peores, así que aquella conversación en la sala del departamento había sido absurda. La rabia se comía por dentro al desesperado del albino, tanto que no controló sus palabras e hirió de sobremanera los sentimientos de Nagumo, quien deseaba terminar la relación de una manera tan pacífica que al día siguiente continuaría con su vida como si nada hubiera pasado, y sin embargo, solo lo deseaba, porque sabía que no iba a terminar así. Comprendía que Fuusuke se iba a enojar e iba a patalear exageradamente, y hasta pensó que se arrodillaría suplicándole que la relación perdurara aunque fuera por unos meses más, o hasta cumplir los cinco años; pero nada pasó. Es más, pasó aquello que nunca se hubiera imaginado que pasaría. Y se sintió extraño. Era la primera vez que veía al de ojos claro tan alarmado, tan desesperado, tan… tenebroso. Usualmente el albino era todo lo contrario; era delicado, tierno, y amoroso por sobremanera, y no solo con su pareja, sino con todo aquél que interactuaba con Fuusuke.
    Aquella noche, recostado sobre la cama de dos plazas de su nueva pareja, recordó el rostro de su ex novio y recién ahí se puso a analizar todo lo que había vivido horas anteriores.
    “Pareciera como si hubiera terminado con el mismo demonio”, le explicó a Hiroto cuando éste entró por la puerta de la habitación.

    Más tarde llamó a Suzuno para aclarar las cosas, y aunque pensaba que no le contestaría, este sí contestó. Y parecía tan confundido como Haruya lo estaba, así que ambos hablaron reposadamente y arreglaron las ideas. En fin, hablaron por muchas horas hasta que el de ojos zafiro comprendió que había perdido al amor de su vida, para siempre.
    Haruya le pidió que lo perdonara, y las últimas palabras que este le dijo fueron: “El amor se acaba”. Y Suzuno pareció sonreír al otro lado del teléfono, y colgó.

    Pasaron los meses y no se supo más de Suzuno Fuusuke. Había desaparecido del mapa de la ciudad. Algunos de sus vecinos más cercanos no sabían cuál fue el paradero de éste, y otros simplemente dijeron que nunca se hubieran dado cuenta si no hubiera sido por los nuevos vecinos que llegaron una mañana a alojar en el que fue una vez el hogar de la pareja Haruya-Fuusuke.
    Por otra parte, la vida les sonreía a los tortolos de cabellos rojizos chispeantes, se habían comprado una casa a las afuera de la ciudad, con más naturaleza alrededor, y vivían su romance pleno y sano. Y sí debemos mencionar que la desaparición de Suzuno alarmó un tanto a Nagumo.

    — ¿Por qué no me avisó que se marchaba? —, le preguntó a Hiroto, y aunque la pregunta iba dirigida a él, parecía más una de esas preguntas que uno hacía y quedaban en el aire.
    —Bueno, eres su ex, —contestó— normalmente no se mantiene contacto con los ex.

    Haruya le encontró la razón y se tranquilizó momentáneamente, y aun así, algo le inquietaba. Y no solo era el hecho de la desaparición de su ex pareja, sino que todo desde aquél día que hablaron por teléfono por última vez le había parecido en demasía raro. No sabía cómo describirlo, pero sentía miedo. Sentía que algo andaba mal, y sentía por las noches tanta presión en el pecho, que casi no podía dormir. ¿Quizá era preocupación? Podría ser, pero…, había algo más. Algo más extraño. Algo inexplicable que lo tenía escandalizado.

    ---

    Hiroto salió de su casa una mañana temprano para comprar harina para el desayuno, quería preparar algo especial para su pareja Nagumo, quien se le había visto cansado por sobremanera esos últimos días, por el tema del trabajo y sus malos presentimientos que no lo dejaban conciliar el sueño. El de cabello rojo suave se sentía mal por él, pero últimamente estaba teniendo más descanso en el trabajo, y pensó que así podrían tener más tiempo para ellos dos y fortalecer la relación. Pensando en eso sonrió a la nada cuando salía de la tienda, dobló en la esquina casi arrastrando la bolsa que contenía la harina y llegó a su casa, le echó una ojeada fugaz por fuera; de verdad que la casa era muy hermosa. Colocó las llaves en la cerradura y giró dos veces para poder abrir, cuando lo hizo sintió unos golpeteos en la pieza de Nagumo. Sonrió suavemente, seguramente se había chocado con algún mueble, el de ojos ámbar solía chocar mucho con los aparatos de madera. Entró a la cocina, dejó la harina encima de la mesa de cocinar y volvió a escuchar un golpeteo.

    — ¡No juegues con los muebles, cariño! —gritó divertido.

    Solo con decir eso, en ese preciso momento se escucharon otros golpeteos. Pero estos eran diferentes, se escuchaban más claros y se asimilaban al golpe que uno hacía con los nudillos al tocar una puerta, pero se escuchaban mucho más violentos. Hiroto se asustó.

    — ¿Nagumo…?

    No recibió respuestas, pero sintió más golpes. De inmediato soltó todo lo que había agarrado para empezar a preparar una tarta y corrió hasta la habitación de Haruya. Intentó abrir la puerta, pero esta estaba trabada. La puerta intentaba ser abierta por ambos lados, pero no había caso, simplemente no quería abrir. Hiroto se desesperó, pero fue más por el hecho de no recibir respuesta cuando llamaba a Haruya. Al cabo de unos segundos, que para Hiroto parecieron horas, la puerta dejó de sonar. Kiyama inconscientemente también dejó de jalar la puerta, pero de pronto sintió un olor repugnante, miró el hueco que se hacía debajo de la puerta y vio como corría la sangre por debajo, alcanzándole los pies, y dejando sus zapatillas blancas manchadas de líquido rojo viscoso. Hiroto palideció y sintió como el miedo se apoderaba de él. Por un instante se quedó quieto y las ganas de abrir aquella puerta se desvanecieron. Y estaba dispuesto a huir y buscar ayudar una vez que su alma volvió a su cuerpo, pero con tan solo pensarlo, la puerta se abrió sola, dejando a la vista de Hiroto a un Haruya decapitado, quien había dejado rastros en la puerta con sangre, dejando en evidencia lo mucho que quería escapar.
    ¿Pero de quién?, los policías, después de que se llevaran el cuerpo del fallecido Nagumo Haruya, se dieron cuenta que la ventana estaba abierta, y habían miles de rastros de manos y pies ajenos, marcados en las paredes con la sangre derramada por la víctima.

    Hiroto ese día no podía moverse, el trauma dejó algo irreparable en él, y se vio afectado tanto física como psicológicamente, ya que los músculos de sus piernas no volvieron a responder.

    Al realizar la autopsia del cuerpo de Nagumo se dieron cuenta que había sido brutalmente asesinado, sin piedad, a sangre fría. Tenía cortes suaves por todo el cuerpo, y otros cortes más profundos en zonas vitales como los intestinos y el corazón, las tripas fueron arrancadas brutalmente de su interior, su lengua había sido cortada, y por si fuera poco, el asesino decapitó a la víctima y también arranco sus extremidades al último. Además, se hallaron marcas de dientes en el ya destrozado miembro viril del difunto.

    Fue fácil identificar al asesino, pues sus huellas estaban a la vista. Lo difícil fue encontrarlo, pues se hallaba en una clínica de rehabilitación.
    Lo extraño fue cuando una de las psicólogas encargadas de atender a los pacientes dijo que el asesino “nunca había salido del internado” y agregó además que “era un santo incapaz de matar a una mosca”. Y era cierto, Suzuno Fuusuke era considerado como el joven más humilde, cariñoso y solidario de la población, pero sufría de esquizofrenia desde sus seis años. Lo raro fue que nunca se lo dijo a nadie.
    “A él le daba vergüenza decir que tenía esa enfermedad” declaró su médico. “Además, nosotros lo dejamos salir de rehabilitación cuando conoció a Haruya, pues se veía muy contento con él, y pensamos que eso, junto sus medicinas, hacían buena combinación”. Su médico suspiró al darse cuenta del gran error que cometió él y aquellos que estuvieron de acuerdo en darle de alta.

    Más tarde, en una entrevista con el asesino, este declaró:
    El me engañó…, terminó conmigo y me rompió el corazón. Lo peor fue que nunca me dijo que se iría con el estúpido de Hiroto Kiyama. Lo odié por eso, pero me di cuenta más tarde que no podía dejar de pensar en él, y en el amor que aún sentía por Nagumo. Me fui a internar y a tratar con psicólogos, pero nunca me pudieron comprender. Yo solo quería a Haruya.
    Hace cinco años él me ayudó a salir de una terrible depresión, y él fue el único ser humano que me hacía sonreír, que me daba su amor, que me hacía sentir único
    —Suzuno hizo una pausa—, yo lo amaba y él me amaba…. Lo descuidé, y por eso Kiyama se lo llevó.

    “¿Por qué lo mataste?”
    Hizo una pausa prolongada y luego miró al entrevistador con una cara perversa:

    —Porque lo amaba tanto que no me dejaba en paz durante mis sueños, pero pronto estaremos de nuevo juntos.

    ----------------------------------------------------------
    N/F:
    Es el primer fanfics que escribo después de mucho, y ya extrañaba publicar fanfics en este foro:3. En fin, podríamos decir que lo que menos tiene este one-shot es romance, pero bueno:]
    No está muy bien ya que es la primera vez que escribó algo así, gommenasai uou.

    Cualquier crítica constructiva será muy bien recibida ^v^

    Adiós~
    /se esconde debajo de una piedra.
  14. .
    Está quedando muy bien Taiga-kun~ me gusta mucho tu fics n.n esperaré ansiosa la conty♡ bye-bye.
  15. .
    ¡Muchas gracias pawiichan! El ava está hermoso n.n acá tus muy merecidos regalos<3.

    SPOILER (click to view)
    Koujaku.full.1234248_zpsmx6x8pxi6daa4e4bffa222a68ef280f7a0ce6663_zpsvgltu95qkoujaku_x_reader___a_simple_haircut_part_1_by_theravengirl95-d89ecnc_zpsoeje7v3qthe-avengers-600-1279358_zps3aduamgbtumblr_mec9peVrl91qmjecgo1_500_zps3tv2qc1a


    Me pasaré otra vez, tengo por seguro! n__n
501 replies since 7/8/2012
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