Posts written by .:: M. Dolmancé ::.

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    Marcelo se disponía a regresar a casa después de una intensa sesión de ejercicio en el gimnasio cuando, a medio camino, un coche se detuvo a su lado en medio de una callejuela solitaria. De haberse tratado de un coche normal no se habría inmutado, pero este era de una marca carísima y llevaba las lunas tintadas.

    Y él no vivía en un lugar donde los residentes tuvieran ese tipo de vehículos.

    Antes de poder huir de allí, dos individuos trajeados y con gafas de sol salieron de los asientos traseros y lo rodearon agresivamente. Desde luego, no parecían tener intenciones inocentes con él.

    —El señor Noriega, ¿verdad? —dijo uno de ellos con voz de perro peligroso.

    —No —contestó él a la defensiva, pero ninguno de los dos se creyó la respuesta.

    —Haga el favor de subir al coche. Tiene que acompañarnos.

    ¿Que subiera al coche? ¿Acaso iban a secuestrarlo? No, él no se dejaría atrapar así como así. No iba a irse con ellos sólo porque se lo pidieran amablemente. Por eso, actuando por puro instinto, le dio un puñetazo en el rostro al que le había dado la orden y este, con la nariz partida, cayó al suelo como un saco de patatas. Pese a tratarse de dos sujetos considerablemente corpulentos, Marcelo llevaba media vida rompiendo narices en antros. Se había enfrentado a gente peor que ellos.

    Sin embargo, había cosas contra las que no se podía luchar. El compañero del desconocido, antes de ser atacado también, lo abordó por la espalda y le rodeó el cuello con un brazo para ahogarlo. Su mano libre le apuntó a la sien con una pistola y, para asegurarse de que no se resistía, le quitó el seguro al arma.

    —No se lo vamos a decir otra vez. Suba al coche.

    Durante unos instantes consideró la posibilidad de arriesgarse a huir. Total, la cosa pintaba francamente mal para él. Sin embargo, algo en su subconsciente le dijo que lo más sensato era acatar la orden, y finalmente claudicó y entró en el vehículo. Se ubicó en el asiento de en medio y los desconocidos se acomodaron a ambos lados de él; uno con más dificultad que el otro, evidentemente, pues había sufrido un golpe de considerable gravedad.

    —¿A dónde vamos? —preguntó Marcelo, que pese a su buen juicio siempre tenía algo de imprudente. (Por eso se jugaba la integridad en peleas clandestinas).

    —Cállate —replicó el sujeto que había recibido el puñetazo mientras se tapaba la herida con un pañuelo. Al parecer, el trato de usted se lo había dejado en la acera donde había caído minutos antes.

    —Te dije que deberíamos haber sacado las armas desde el principio —le increpó el otro, que aún me apuntaba con la suya—. Quieren a este cabrón precisamente por lo peligroso que es.

    Aquello dejó al obrero profundamente intrigado. Sabían quién era y lo que hacía, y lo buscaban por eso mismo. ¿En qué demonios se estaba metiendo?

    No tardó mucho en averiguarlo. Tras un rato de trayecto en completo silencio, el vehículo se detuvo frente a la residencia del alcalde de Medellín y lo escoltaron hasta su interior rápidamente, como si no quisieran ser vistos, o como si algo los apremiara. Él intentó mantenerse sereno, pero sabía que no podía aguardarlo nada bueno. ¿Qué pintaba alguien como él en un lugar como aquel, rodeado de tanto secretismo y prisas? Se consideraba un hombre valiente, pero encontrarse frente al despacho del mismísimo alcalde era suficiente para erizarle los pelos de la nuca a cualquiera.

    Si se hubiera metido en un problema gordo, tendría que enfrentarse a la policía, no a un político. ¿Verdad?

    —Buenas tardes, señor Noriega —lo saludó Barberena al entrar, levantándose de su asiento como gesto de cortesía—. Gracias por venir.

    Cuando el alcalde le tendió la mano se negó a devolverle el gesto.

    —No es como si me hubiera dejado otra opción —replicó con el ceño fruncido, estudiando la estancia y a su interlocutor como un animal en estado de alerta. Los hombres de traje acataron la orden silenciosa de marcharse tras una mirada de su superior.

    —Lamento las formas. Se trata de una situación de emergencia. Debíamos ser rápidos y discretos —explicó mientras tomaba asiento con un suspiro de cansancio.

    —Pues le aseguro que con lo segundo han metido bastante la pata. —Barberena lo miró con cierta sorpresa—. La próxima vez que quiera secuestrar a alguien, no meta a dos gorilas trajeados con un coche carísimo en un barrio pobre. Habría llamado menos la atención que me hubiera raptado el puto Escobar en persona. Y desde luego habría generado menos problemas. Si alguien armado nos hubiera visto, habría matado a sus gorilas y me habría matado a mí también por andar cerca de la gente del Gobierno.

    —Oh, vamos, no sea exagerado.

    —Con todo el respeto, señor Barberena, la gente de la calle conoce Medellín bastante mejor que usted. Por eso odia a muerte a las autoridades1 y tiene el control verdadero de la ciudad.

    Tras aquella sentencia se produjo un largo e incómodo silencio entre ambos. Marcelo entendió enseguida que el alcalde, en el fondo, le daba la razón.

    —Siéntese, por favor. Déjeme explicarle lo que sucede. —Esperó a que el joven lo hiciera y prosiguió—. Ayer llegó a mis manos una nota redactada con recortes de periódico y sin firmar donde amenazaban de muerte a mi hijo. Desconozco si proviene de los narcos o de las guerrillas; aún lo estamos investigando. Es posible que recibamos más mensajes parecidos. Lo que sí está claro es que no se trata de una broma de mal gusto, porque han estado siguiendo a Camilo. Con la nota venía una partitura que perdió hace días y varias fotos que le han hecho por la calle y en el instituto.

    Sacó de una carpeta todos los documentos que le había mencionado y se los ofreció. Marcelo los examinó brevemente sin mostrar excesivo interés y se los devolvió. No veía por qué debía preocuparle la vida de ese chiquillo cuando casi 20 años antes nadie había llorado la muerte de su padre.

    —¿Y qué tengo yo que ver con todo este asunto? —preguntó al fin lo que verdaderamente le importaba—. ¿Cree que estoy involucrado?

    —No, por supuesto que no. Lo he traído aquí porque necesito que proteja a mi hijo hasta que eliminemos la amenaza.

    Aquella noticia le sentó peor que un jarro de agua fría. De hecho, durante unos instantes fue incapaz de articular palabra, profundamente afectado y confundido. No terminaba de entender cómo demonios había podido acabar en semejante situación. ¿Él, guardaespaldas del hijo del alcalde? ¿Quién consideraba que aquello era una buena idea? ¿Por qué debía responsabilizarse él y no uno de los cientos de guardaespaldas que el Estado ponía a los políticos?

    —Estoy al tanto de su participación habitual en un club de lucha clandestino. El Matador, lo llaman. ¿Cierto? Porque mató a un rival en defensa propia. Aunque no hay constancia de que se llegara a investigar aquel incidente de forma oficial.

    El obrero se tensó al instante y endureció la mirada, lo que hizo que el alcalde respondiera con una leve sonrisa de suficiencia.

    —Puede que no conozca mi ciudad todo lo bien que debería, pero mi puesto me proporciona buenos informantes.

    —¿Pretende chantajearme con eso? —replicó hostilmente.

    —En absoluto. Quiero que proteja a mi hijo con sincero interés. Por eso le ofrezco un millón de dólares a cambio de sus servicios.

    La cifra hizo que Marcelo casi se mareara. No tenía ni idea de cuánto equivalía semejante cantidad a pesos colombianos, pero el peso estaba devaluadísimo con respecto al dólar. Podía vivir dos vidas enteras sin trabajar con eso en el banco. Pero... ¿merecía la pena arriesgarse por esa recompensa? No le estaban pidiendo una tarea sencilla. De hecho, al aceptar un encargo de ese calibre, se estaba jugando la vida. Podía convertirse en el daño colateral de un conflicto ajeno. Igual que su padre.

    —Sé que vive de forma muy humilde y por eso recurre a las peleas para pagar las facturas. Con lo que le ofrezco no tendría que volver a preocuparse por el dinero.

    —P-pero... —balbuceó—. ¿Por qué yo, un completo extraño? ¿Por qué no puede ponerle escolta oficial?

    —Porque tengo la sospecha de que hay traidores ocultos entre mi gente. Por eso prefiero que se encargue de él alguien completamente ajeno a mi círculo. Alguien capaz de llevárselo de casa y hacerlo irrastreable a sus enemigos. Además, me consta que sus habilidades son notables. Poca gente es capaz de partirle la nariz a Juan José.

    Marcelo permaneció largo rato callado, intentando procesar toda la información y asimilar lo que implicaba una tarea como aquella. No deseaba jugarse el pellejo por un niño mimado al que no conocía, pero, por otra parte, estaba harto de tener que luchar (de la manera más literal posible) para sobrevivir y dar a su madre cierta tranquilidad. La veía tan viejita, tan cansada, tan necesitada de paz... Llevaba demasiados años soportando sin rechistar la ausencia de su marido y un trabajo ingrato. Le pesaba la vida aún más que a él, porque ya había vivido todo lo malo que podía sucederle y nadie le había pagado por ello todavía.

    —Por favor, ayude a mi hijo. El tiempo apremia y usted es mi mejor baza.

    —... Está bien, está bien —contestó finalmente—. Pero ¿qué piensa él de todo esto?

    —Hará todo lo que yo le diga.

    —¿Y lo que yo le diga?

    —Le concedo la potestad para aplicar con él las medidas que crea necesarias si se niega a cooperar —contestó con una frialdad que le heló las venas. Había pasado de padre amantísimo a político con una facilidad escalofriante.

    —... Bien. Pero puede que necesite recursos.

    —Mi hijo tiene una tarjeta de crédito personal, pero no le permita usarla. No quiero que deje rastros de sus pasos. —Le dio una tarjeta de color negro—. Use siempre esta y no se preocupe por los fondos.

    Marcelo estuvo a punto de preguntarle si era en esa tarjeta donde recibía el dinero de sus sobornos, pero, afortunadamente, antes de poder hacer la broma llamaron a la puerta del despacho y entró el famoso Camilo con sus rizos al viento. Marcelo sólo lo había visto alguna que otra vez en la prensa, normalmente aquella interesada en la farándula y en las noticias intrascendentes sobre la vida privada de los famosos. Su completo desinterés por la política lo había llevado a no formarse una opinión muy firme sobre el joven, pero por prejuicios personales no le caía demasiado bien.

    No obstante, en aquella ocasión no pudo evitar compadecerse un poco de él. Su padre no edulcoró de ninguna manera su repentina partida y no perdió el tiempo con explicaciones, lo cual lógicamente despertó enseguida su estrés. Su vida acababa de dar un giro radical, y ni siquiera iba a poder procesarlo adecuadamente.

    —No debe llevar absolutamente nada que pueda identificarlo —afirmó cuando lo interpelaron acerca de la ropa—. Que se ponga la ropa más discreta y sencilla que pueda, incluida una sudadera u otra prenda con capucha con la que pueda cubrirse la cabeza.

    Permaneció en silencio el resto de la conversación y pensó que ya no tendría que volver a intervenir, pero entonces sucedió algo que nadie se habría esperado ver. El alcalde, movido por la histeria, intentó agredir a su propio hijo.

    Marcelo no se lo pensó ni por un momento. No le importaba estar tratando con la máxima autoridad de la ciudad. El chico no tenía la culpa de lo que estaba sucediendo y no se merecía sufrir las consecuencias de su enajenación, así que actuó rápido y detuvo el golpe que estaba a punto de caerle. No se privó tampoco de echar al otro hombre una mirada furibunda, pues odiaba a quienes abusaban de su posición para someter a los que creían más débiles. Sin embargo, no tenía tiempo para enzarzarse en una discusión sobre ética.

    —El chico necesita más que nunca que mantenga la calma —siseó con la mandíbula tensa—, así que no pierda los papeles.

    Lo soltó bruscamente, le dedicó un entrecejo fruncido y, dando por zanjado el asunto, se marchó con el joven para acompañarlo en sus preparativos. Ahora era su guardaespaldas personal, así que no lo iba a dejar solo ni a sol ni a sombra. Esperó pacientemente a que recogiera sus cosas, le colocó la capucha sobre la cabeza y le rodeó los hombros firmemente con un brazo. Sin soltarlo en ningún momento lo sacó de la residencia y a paso rápido lo guio hasta la parada de bus más cercana.

    —No te quites en ningún momento la capucha, mantén la mirada bajada y no te despegues de mí. No deben reconocerte —ordenó categóricamente.

    Se subieron en el primer bus que llegó y Marcelo ocultó al muchacho de los demás pasajeros con su cuerpo para evitar recibir miradas indiscretas. Cuando llegaron a su casa, entraron rápidamente en ella y el obrero empezó a guardar cosas esenciales en un par de maletas.

    —Escúchame —dijo mientras iba de aquí para allá a toda prisa—. A tu padre le ha llegado una carta amenazándote de muerte. No saben si es de las FARC o de los narcos, pero no importa. Lo primordial es que debo ponerte a salvo hasta que pase el peligro. Mientras tanto se suspenden todas tus actividades habituales y quedas a mi cargo. Ahora mismo soy el representante de tu padre, así que obedecerás todas mis órdenes, te gusten o no, y no harás estupideces que entorpezcan mi tarea, ¿me has entendido? Me voy a jugar la vida por tu seguridad. A ambos nos conviene que me pongas las cosas fáciles.

    Cuando terminó de recoger todo lo que sabía que iba a necesitar se acercó al chico y lo miró fijamente con severidad.

    —Sé que no me conoces y no tienes por qué confiar en mí, pero te prometo que haré lo posible para que no te suceda nada.

    Entonces, quizá para calmar un poco los nervios, se distrajo por unos instantes observando los rizos que asomaban por debajo de la tela. No se había fijado mucho en ellos antes, pero con aquella pequeña pausa pudo observarlos mejor. Le parecieron encantadores, y tuvo que reprimir las ganas de estirar algún mechón y hacerlo botar como un muelle.

    —¿De quién has heredado esos rizos? —preguntó, y acto seguido le quitó la capucha, le puso una gorra calándosela hasta los ojos y volvió a colocarle encima la capucha para aumentar el secretismo—. Deberías recogértelos mientras tengas que ocultarte. Son muy reconocibles.

    No podían continuar hablando porque el tiempo apremiaba, así que cogió las maletas y volvieron a abandonar la casa. No sabía cuándo volvería a su hogar, y prefería no pensar en ello para no deprimirse.

    Volvieron a coger un bus, pero este los sacó de la Comuna 102 y los llevó a la Comuna 4 Aranjuez, concretamente a la zona del extrarradio. Una vez allí se dirigieron a una pequeña vivienda unifamiliar de la cual Marcelo tenía llave y entraron en el domicilio. Lo primero que hizo el nuevo guardaespaldas, después de echar el seguro, fue cerrar todas las cortinas para ganar privacidad.

    —Esta casa es propiedad del banco, pero creo que ni el mismo banco se acuerda de ella. Solemos okuparla unos amigos y yo esporádicamente cuando queremos reunirnos o usarla de picadero. Pero tranquilo: está todo limpio. Creo. Hay agua, gas, internet y electricidad porque lo tenemos todo pinchado, así que no te va a faltar de nada en ese aspecto. Tampoco comida. —Lo guio por toda la casa y le enseñó la única habitación que había, el baño y la cocina—. No vas a tener las mismas comodidades de niño rico que en tu casa, pero estarás seguro aquí, que es lo importante. Puedes quedarte con la habitación. Yo dormiré en el sofá.

    SPOILER (click to view)
    1 Desde hace décadas, la población de Colombia tiene una historia extremadamente conflictiva con el Estado. En su intento de combatir a las guerrillas en todo el país, los gobiernos de turno llevaron a cabo operaciones militares realmente sangrientas (por ejemplo, la operación Orión) en las cuales hubo muchas víctimas inocentes. Como muchos de esos crímenes quedaron impunes o sin resolver, se produjo un resentimiento generalizado que sigue latente hoy en día. Tanto fue así que hubo gente que llegó a idolatrar a Escobar por su «lucha» por la libertad individual contra el Estado represor. Algo parecido pasó en México por culpa de la influencia del Chapo.

    2 Medellín se divide en 16 comunas. La Comuna 10 La Candelaria es donde vive Marcelo y donde se ubica la sede de la alcaldía (no confundir con la residencia del alcalde). Según san Google, es una de las zonas más inseguras de la ciudad. Aranjuez también tiene unos índices de criminalidad elevados.

    Fotitos: el salón, la cocina, el dormitorio y el baño. Me hace mucha gracia imaginarme la cara de Camilo al ver la tele de la habitación. xddddd


    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 28/5/2023, 19:20
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    arrive-hey



    Hoooli.~

    He visto a Alfred en tu actualización del tema y no he podido resistir la tentación de espiar tu nueva ficha. ¿Una trama inspirada en Bloodborne? Estoy fangirleando MUY fuertemente, señorita. Se me han ocurrido unas cuantas ideas, así que dejo constancia aquí de mi interés. Próximamente tendrás noticias mías. Eso sí: no soy experta en PS, así que no puedo prometer nada tan bonito como tus ediciones para la ficha. Tendré que presentarte algo más humilde. xd

    Oh, y gracias por descubrirme a Raquel Cornejo. Como fan acérrima de los Souls, sus ilustraciones me han parecido asombrosas y me han dejado enamorada. <3 Creo que yo también recurriré a algunas de ellas para mi personaje. Así mantendremos cierta coherencia estética.

    Saluditos.~
  3. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes nos pertenecen a mi Tostadita y a mí.
    Pareja elegida: Goraidh x Bastien.
    Recuento de palabras: 500.
    Advertencias: ninguna.




    Amortentia



    Goraidh no tardó mucho en arrepentirse de haber echado Amortentia al zumo de calabaza de Bastien durante el desayuno.

    El proceso de preparación no había quedado exento de obstáculos y dificultades, pero le había parecido divertido superarse a sí mismo enfrentándose a retos más complejos de los que requería el curso en que se encontraba. Además, sin leerlo en los libros había descubierto que la poción presentaba un olor único según la persona a la que se quisiera enamorar, y se había ruborizado al percibir matices afrutados similares a los del perfume que solía usar el francés.

    Las primeras horas posteriores a la trampa también le habían resultado enormemente satisfactorias. Ver al Ravenclaw correr a sus brazos después de constantes huidas y evasivas había cicatrizado las heridas de su ego, resquebrajado por los intentos de ese polluelo de no hacerle tanto caso como merecía.

    Había algo retorcidamente encantador en el hecho de encontrarse una boca abierta con admiración en lugar de un ceño fruncido con arrogancia. Se sentía como si hubiera ganado la eterna batalla que libraban. A su adversario más difícil de derrotar, que siempre lo había mirado con el desdén de una lechuza aburrida sobre su rama, ahora se le perlaban los ojos por la emoción con cada pequeña migaja de atención que le ofrecía.

    Sin embargo, lo que al principio le había fascinado empezó a incomodarlo cada vez más. Las primeras veces que el francés se había agarrado a su brazo, había recitado sus mil y una virtudes o se había sonrojado con sus galanterías se había emocionado, eufórico por la burbuja de falso amor que se había creado en torno a ellos. Era consciente de que el francés le atraía tanto física como emocionalmente, y por eso le había resultado tan dulce experimentar lo que se podía sentir al consumar dicha atracción.

    Pero la ilusión pronto le empezó a dejar un sabor agridulce, porque ese no era su Bastien.

    Bastien no habría sucumbido a él tan fácilmente. No habría batido las pestañas sumisamente ante su presencia. No le habría halagado sin haberse enfrentado a él antes, porque el joven siempre le daba una de cal y otra de arena, y así era como a Goraidh le gustaba su relación.

    Deseaba a Bastien porque era alguien difícil. Porque no se comportaba como el resto de sus admiradores. Porque esa mirada de lechuza aburrida era lo que tanto le caracterizaba. Quería al muchacho que se revolvía como gato panza arriba ante sus acercamientos, no esa farsa que él mismo había creado.

    Por eso, cuando el Ravenclaw intentó besarlo, lo detuvo poniéndole una mano sobre los labios y se marchó a los aposentos de Slytherin con la esperanza de que los efectos de la poción hubieran remitido al día siguiente. No iba a robarle un beso mientras él no fuera consciente de sus actos.

    ¿Qué gracia tenía probar su boca, si lo que el chico sentía en aquel acto no era sincero?

    A la mañana siguiente, acababa de llegar al recibidor del castillo cuando un alarido retumbó por sus altísimas paredes.

    —¡DRUMMOND!

    Numerosas maldiciones provenientes de lo alto de la escalera pasaron a toda velocidad a escasos centímetros de su cuerpo y se echó a correr entre carcajadas; pero no hacia el comedor, donde todo el mundo se disponía a desayunar, sino hacia los jardines, donde pudieran pelear un poco antes de ser regañados por los profesores.

    Ese Bastien le gustaba mucho más.



    Edited by .:: Andrómeda ::. - 22/10/2022, 01:55
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    QUOTE
    Disclaimer: los personajes nos pertenecen a mi Tostadita y a mí.
    Pareja elegida: Theobald x Sirham.
    Tema elegido: fluff || Gracias por llegar a mi vida (20).
    Recuento de palabras: 400.
    Advertencias: el fic no es tanto fluff como un hurt-comfort. Sorry por el vacío legal. xd




    En paz


    Sirham se tumbó boca abajo en la cama con muchas reticencias. A pesar de la confianza que se había creado entre él y Theobald seguía detestando sus cicatrices, y por eso cuando intimaban trataba de no mostrárselas más de lo necesario.

    Sin embargo, esa vez su pareja le había rogado que se las enseñara, y aunque él no comprendía el motivo, se lo había pedido con tanta dulzura que se había visto obligado a claudicar.

    Le daba miedo, pero sabía que con él estaría seguro.

    Sin nada de ropa que ocultara su espalda, se acomodó en aquella posición y Theobald se colocó sobre él sin aplastarlo con su peso. Tras observarlo durante unos segundos que a Sirham se le hicieron eternos, comenzó a depositar besos tiernos en todas y cada una de sus cicatrices.

    El esclavo, asombrado por el gesto, se echó a llorar como no lo había hecho en mucho tiempo. Mojó la almohada, hipó y sollozó de forma desgarradora, pero el inglés no se detuvo en ningún momento. De hecho, acompañó los besos con caricias para relajarlo poco a poco y le murmuró incontables veces que lo amaba hasta que logró reconfortarlo.

    Mucho rato más tarde, con el cuerpo aún temblando como una hoja, a Sirham se le secaron las lágrimas. Por primera vez en su vida se sentía en paz consigo mismo y con su pasado.

    Theobald no había hecho desaparecer las cicatrices, pero lo había ayudado a purgar su rabia. Su resentimiento se había aligerado con cada caricia porque la violencia había sido sustituida con amor y él, al fin, se había podido permitir el lujo de poner su vulnerabilidad en manos de alguien que no se aprovecharía de ella.

    Cambiaron de posición para poder abrazarse y escondió el rostro contra el pecho de su pareja, aún abrumado por lo que sentía pero también feliz de haber encontrado a alguien dispuesto a recomponer los pedazos de su alma que se habían roto.

    Una de las manos del inglés se encontró con la suya sobre el vientre de este y ambos sonrieron por el contraste de pieles, una tan pálida y otra tan oscura. No entendían por qué el mundo había decidido que debían permanecer separadas, pues a ellos les parecía una mezcla maravillosa.

    Gracias por llegar a mi vida, Theobald —murmuró el esclavo con timidez infantil.

    —Gracias a ti por dejarme ser parte de ella, Sirham.
  5. .
    SPOILER (click to view)
    Así estaba yo al ver que habías vuelto a publicar algo de OP. Me siento como si volviera a tener 16 años. xd <3 <3 <3

    cat-scream


    Me duELE no poder leer el Dofladile por los spoilers (te juro que me dan igual el 99% de las veces, pero con OP... ay, no quiero ninguno xd </3), pero he disfrutado un montón de este y el de NamiVivi. Sobre todo este, porque me parece genial la manera en que te has servido de los poderes de Law para crear algo tan creepy como bonito. Cada vez soy más fan de leer y sobre todo escribir cosas macabramente románticas porque quién quiere fluff normalito cuando puede ver a dos putos desequilibrados haciendo locuras para demostrarse su amor, así que le pongo un 10/10 a tu drabble; excelente servicio.

    Gracias por la nostalgia, Flam. Me ha encantado reencontrarme con estas parejitas con algo tan bien escrito. Volveré a por tu Dofladile cuando me haya puesto al día con el manga. <3
  6. .
    QUOTE
    Disclaimer: los personajes nos pertenecen a mi Tostadita y a mí.
    Pareja elegida: venezolanos.
    Tema elegido: angst || Aléjate de mí (18).
    Recuento de palabras: 383.
    Advertencias: violencia explícita.




    Silencio


    Venezuela, 2004


    Se dirigió al salón apuntando la escopeta hacia el frente con manos temblorosas. Cuando entró por la puerta, Camilo lo miró a los ojos y esbozó una sonrisa burlona.

    —Por fin actúas como un hombre.

    Controlado por el miedo, le disparó. La bala, muy desviada de la trayectoria que buscaba, se incrustó en la pared. El patriarca empezó a reírse a carcajadas.

    Aquella reacción maligna le dio la fuerza que necesitaba. Tensó los músculos, apuntó a su frente y disparó con toda la ira que había acumulado durante 18 años. Esa vez la bala atravesó su cráneo.

    El eco de la risa de su padre, retumbando aún en su cabeza, se mezcló con los gritos de su madre, que al ver el cadáver de su marido chilló histérica hasta que un disparo en el pecho la calló para siempre.

    Tardó mucho en asimilar el silencio que se había apoderado de La Orellana con la muerte de ambos, pero una vez que lo hizo sintió que al fin su alma descansaba.


    ──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────



    Aléjate de mí —sentenció tras haberle contado a Emilio toda su historia—. Soy veneno. Emponzoño cada maldita cosa que toco. Todos los que me rodean acaban muertos, y tu sangre es la única que no soportaría ver derramada. ¡Márchate!

    Y Emilio se marchó, pues tenía demasiadas cosas que asimilar. Él se quedó solo, sentado contra la pared donde aún se podía ver el agujero dejado por el disparo fallido.

    Después de catorce años de puro hielo, lloró. Lloró hasta desgarrarse la garganta, furioso consigo mismo porque se había jurado no volver a derramar una lágrima por un hombre.

    No fue capaz de hacer nada más; ni siquiera moverse, pues su corazón se lo había llevado el amor de su vida y sentía que la sangre no volvería a correr por su cuerpo.

    El silencio que lo rodeaba, antaño amigo protector y fiel, lo rompió en mil pedazos.

    Cuando días después Emilio regresó, lo encontró acurrucado como un bebé en el mismo sitio, hambriento y vulnerable como jamás lo había visto.

    —Héctor, te amo —le susurró al oído mientras lo acunaba entre sus brazos—. A pesar de todo, te amo.

    Esas palabras lo hicieron llorar de nuevo. Sin embargo, por primera vez en toda su vida no le dolió mojarse las mejillas.

    SPOILER (click to view)
    Ahora sabes por qué Héctor le puso a la hacienda el nombre de El Silencio cuando la heredó. xd </3


    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 27/8/2022, 13:01
  7. .

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    Buenas, gente bella.

    Me ha gustado mucho ver que retomabais esta actividad, pero lo cierto es que ha sido Flam la que me ha animado a participar, porque somos ya un par de dinosaurios y me ha invadido la nostalgia gracias a todo lo que comenta en su post. Creo que será bonito que, como una de las pocas personas de tiempos pretéritos que quedan en el foro, yo también aporte mis anécdotas de vieja cebolleta.

    Creo que ya lo he comentado en alguna ocasión, pero me crucé con MY por pura casualidad en torno a 2010, cuando el foro estaba en Miarroba (santo Dios, soy un fósil). Buscaba imágenes de One Piece (puras e inocentes, como era yo en aquel entonces) en Google Imágenes cuando encontré unos fanarts ZoSan que me llamaron mucho la atención, y uno de ellos me redireccionó al foro. Enseguida me quedé así ->😮, porque como era una niña nunca había pensado en lo gay como algo que me pudiera interesar. Pero MY me atrapó enseguida porque había mucho rosita y muchas mariposas y la plataforma te invitaba dulcemente a sucumbir al pecado. Antes de darme cuenta ya estaba shippeando a Zoro y a Sanji como una auténtica fanática y leía ávidamente a los usuarios del subforo de One Piece.

    Como buena comelibros que siempre he seguido, sentí una afinidad instantánea con la dinámica del foro. Me gustaba tanto leer como escribir, y no pedían requisitos de ningún tipo (más allá de pasarlo bien) para hacer ambas cosas, así que, amparada en el anonimato, sentí la confianza suficiente como para lanzarme a postear cosas mías y relacionarme con gente. Recuerdo con especial cariño a Chibita_Sloth, una de las primeras usuarias que me engancharon con sus historias, porque me recibió muy bien (además de aceptarme en Facebook tiempo después). También a Mustf, un muchacho alocado y entrañable que permaneció un tiempo en el foro tras el cambio de servidor pero desgraciadamente acabó marchándose, y a Jeunes_Yorokobu, otro chico que me divertía mucho con su actitud. Su personaje favorito era Sanji, así que se comportaba exactamente igual que él, como un caballero atento y cariñoso. Además de ellos, de aquel subforo salieron maravillosos fanfickers como Jusace91 o Mara_Loneliness, que me emocionaron un montón con sus historias.

    Tampoco quiero olvidarme de una usuaria que, si bien no publicaba sobre One Piece, acabó siendo de mis favoritas: Bellatrix_2009. Como intuiréis los más avispados, su especialidad era Harry Potter (concretamente el Drarry). Tenía mucho talento para las historias largas, y me tuvo pendiente de muchas de ellas. Por desgracia borró todos los fics que publicó aquí, pero si los encontráis en los confines de internet, os recomiendo echarles un vistazo. Ni ella ni el resto de personas que he mencionado escribían haciendo gala de una perfección literaria, pero sabían entretener tanto que como lector, por muy exigente que fueras, no te importaba ni lo más mínimo.

    Por cierto, la cuenta que usaba en aquel entonces no era la que mantengo hoy en día. No voy a decir el nick porque no me apetece que rastreéis mis primeros fics y veáis mis patéticos intentos de escribir cosas sexys. xd Lo que sí diré es que dicho nick empezaba por M, que como sabéis es la primera letra de mi actual nick. Por mucho que me avergüence de mis viejas historias, nunca he querido desligarme totalmente de mi primera cuenta.

    Cuando nos trasladamos a Forumfree me volví aún más activa. Seguí on fire en el subforo de One Piece (enamoradísima de gente como Flam, que ya entonces destacaba como una de las escritoras más refinadas y maduras del fandom, y posteriormente de Antoshka y sus ships locas), pero empecé a consumir otros animes tanto yaoi como no yaoi y escribí cosas de algunos de ellos. Y como a veces me resultaba insuficiente lo que veía por aquí, expandí mis horizontes y, al igual que Flam, me dediqué a buscar cosas nuevas en Fanfiction.net y Amor Yaoi. En esta última página descubrí un fic (oh, sorpresa, de One Piece) que nunca olvidaré: Una deliciosa tortura, de carina_mew, también conocida como Alessa D. Yami. Fue una historia importante para mí como escritora porque tenía un argumento crudo, amargo y muy explícito sexualmente. Me hizo sentir la valentía que necesitaba para poner a prueba mis límites y escribir sobre cosas más maduras e incómodas. Si hoy en día soy capaz de narrar cualquier cerdada por extrema que resulte es, en cierta medida, gracias a ese fic.

    Allá por 2012 conocí, también en el subforo de One Piece (joder, qué pesada soy), a la que sería mi primera y única pareja. Era una chica interesada también en el ZoSan que escribía genial pero tenía problemas con la ortografía. Yo comencé a comentar sus fics con consejos sobre cómo mejorar porque veía potencial en ella, y entre sus ganas de aprender y mi afán por enseñarle (como buena Ravenclaw), formamos una bonita amistad basada en el interés por la escritura. De los MPs del foro pasamos a Facebook y de allí a WhatsApp, y meses después dimos inicio a una relación a distancia. Por desgracia, la relación se terminó y actualmente no seguimos en contacto, pero debo agradecerle al foro el haberla conocido y haber podido vivir esa experiencia.

    Junto a esta chica tuve mi primer contacto con el mundo del rol. Nuestros roles eran el prototipo de esos que ahora detesto: de tres líneas, cientos de páginas y actualizaciones cada diez minutos. xd Pero debo admitir que me lo pasaba genial peleando con ella para ver quién tardaba menos en postear una respuesta. Sacamos un montón de historias adelante, aunque sólo llegamos a dar final a una de ellas.

    2016 fue un punto de quiebre. Estaba en la universidad y ya no me identificaba con esa niña que escribía ">///<" y "neee" (sí, era de esas; Dios me perdone) y publicaba fics basura (o lo que yo percibía como basura). Me hice esta cuenta, M. Dolmancé, y fui dejando de lado los fics para contribuir de otras maneras; por ejemplo, resolviendo dudas y ayudando con el mantenimiento del foro. Eso hizo que en 2017 (concretamente abril, si no me bailan las fechas), Sunae me propusiera como candidata a moderación para poder echar una mano con los infames problemas que estaban surgiendo en el subforo de juegos. Pasé el periodo de prueba, y hasta hace un par de meses permanecí en el equipo aportando todo lo que pude. Ya no continúo en el puesto porque la vida de adulta me ha pasado factura y no puedo dedicarle ni tiempo ni energías a esos menesteres, pero siempre estaré agradecida a DeAlth y a todos mis compañeros por confiar en mí y apoyarme durante tantos años. (Con mención especial, repito, a Sunae por tener la iniciativa de confiar en mi potencial. Todavía lamento su ausencia).

    Algunos de los momentos más bonitos de mi etapa como Dol fueron, por una parte, conocer mejor a los moderadores (Ban, Ñeh...), a quienes quiero muchísimo aunque mi incompetencia social me impida mantener el contacto con toda la regularidad que debería (motivo por el cual debo pedirles perdón mil veces) y, por otra parte, forjar mi amistad con la persona que se convertiría en mi tostada favorita: Blut. <3

    Aunque compartíamos el hecho de estar en moderación, no hablamos de cuestiones personales hasta septiembre de 2017, cuando me mandó un MP referente a una trama de rol. (Sé la fecha porque aún conservo ese privado con cariño). A raíz de aquello empezamos a hablar de cosas más personales (cosa que surgió de forma sorprendentemente natural) hasta hacernos verdaderamente amigos, y en la actualidad somos inseparables. Lo considero una de las personas más importantes de mi vida, y quiero conservarlo en ella todo el tiempo que pueda. Si tuviera que decir qué es lo mejor que me ha pasado en MY, lo elegiría a él sin dudarlo.

    Además, debo decir que, si me he perfeccionado como escritora y hoy en día me orgullezco de lo que posteo, es gracias a las historias que he creado con él. No voy a decir que con él empezara a tomarme en serio el rol, pues antes de escribir para él llegué a rolear un par de veces con Neee_chan, una usuaria que me ayudó a apreciar el valor de un rol bien narrado y detallado. Sin embargo, él hizo que terminara de salir de mi zona de confort y le pusiera todo mi empeño y dedicación. Despertó mi imaginación a niveles que no creía posibles y me ayudó a mejorar infinitamente, no porque me supervisara de ninguna manera, sino porque me inspiraba como una musa. Ya no era una niña, sino una estudiante de Letras en la universidad, y quería retos. Y él me los proporcionó. Si disfruto más que nunca del proceso de escribir es gracias al cariño y emoción infinitos que siento por los pequeños mundos que hemos creado.

    En fin, MY me ha aportado muchos momentos de diversión y confort, pero creo que esos han sido los momentos más destacables de mi paso por este lugar.

    Bai, bai, bbs. Abrazos de tía Dol.
  8. .

    Pareja: papis (Elmer x Morgan).
    Rating: E.
    Advertencias: smut.





    Lipstick



    —¿Así está bien? ¿No te hace daño el nudo?

    —No, tranquilo. Estoy cómodo.

    —Perfecto.

    Las manos de Morgan se elevaban por encima de su cabeza, atadas a uno de los barrotes del cabecero de la cama con su propia corbata. Elmer había sugerido aquella posición para que sus brazos pudieran permanecer sobre la almohada y no se cansaran en ningún momento.

    Estaba ansioso por seguir adelante con aquello, pero no iba a hacerlo sin asegurar previamente el total confort de su pareja. Los juegos sexuales eran algo con lo que habían empezado a experimentar recientemente y ambos querían que cada experiencia fuera segura y satisfactoria para el otro, así que iban con tanto cuidado como si fuera su primera vez intimando. Tampoco daban ningún paso sin consensuarlo previamente.

    Había algo en la forma en que ambos cuidaban del otro durante el sexo que les hacía enamorarse aún más. Saberse protegidos entre los brazos del otro era una de las muchas cosas que les demostraban que habían elegido a la persona correcta con la que pasar el resto de sus días.

    —Pues ahora observa con atención, porque no vas a tener mucho tiempo para mirarme.

    El peluquero cogió un pintalabios que había dejado previamente en la mesita de noche y se maquilló la boca de un rojo fuego que dejó a Morgan completamente embelesado. Aquel tono, además de resaltar sus labios con inusitada fuerza, contrastaba maravillosamente con su piel y armonizaba a la perfección con el color de sus ojos.

    —¿Me sienta bien? —preguntó, acunándose el rostro con las manos y batiendo las pestañas con una mezcla de diversión y coquetería. Su propia tontería le hizo reír.

    —Oh, sí... Tanto que no sé si quiero quitártelo a besos o verlo siempre perfecto en tu boca —respondió el chófer con la garganta seca. No sabía si le fascinaba más el propio labial o lo hermosa que se volvía su sonrisa gracias a él.

    Tras aquella respuesta se quedaron unos instantes en silencio, mirándose con adoración como si se acabaran de conocer.

    —Tal vez luego me lo quites —replicó al fin Elmer con un tímido sonrojo—. Ahora tengo que usarlo para otros menesteres.

    Del mismo sitio de donde había sacado el labial cogió otra corbata y con ella le vendó los ojos a Morgan.

    —¿No ves nada?

    —Ni un poco.

    —¿Seguro? No hagas trampas —insistió con una nueva risa.

    —Me tienta mucho la idea porque me parece una tortura no poder verte, pero te prometo que no miento. Me apetece ser bueno —respondió, y no pudo ver el gesto enternecido que le dedicó su pareja.

    —Bien. Así me gusta. Que sólo sientas.

    Con el chófer ya a punto de caramelo, se acomodó entre sus piernas y empezó a depositar besos a lo largo de todo su cuerpo, asegurándose de que la imprenta del carmín quedaba bien marcada en su piel. Lo besó en los brazos, en el cuello, por todo el torso y a lo largo de las piernas. Se tomó su tiempo para poder prestar atención a sus reacciones, y se deleitó con cada uno de los escalofríos y suspiros que despertaba en él.

    A medida que dejaba sus marcas de amor pudo sentirlo temblar como una hoja, tal vez por placer o por necesitar más, y le fascinó que un cuerpo tan robusto fuera capaz de verse tan frágil.

    —A ti también te sienta de maravilla el rojo —susurró embelesado mientras recorría con un dedo los rincones de su pecho que no había manchado de besos—. Podría pasarme toda la noche llenándote de pintalabios.

    En ese momento supo que no podía aguantar más las ganas de devorarlo y se abalanzó sobre él para marcarle las mejillas, la nariz y el mentón, tras lo cual finalmente lo besó en los labios apasionadamente. Sus lenguas jugaron durante largo rato y el rojo se esparció por todas partes hasta que todo el contorno de la boca de Morgan quedó como si se hubiera producido una batalla en él.

    Cuando Elmer lo vio respirar agitadamente, hecho un completo desastre por su culpa, pensó que aquella era la imagen más bella que el otro hombre le había regalado nunca.

    —Te amo, Morgan —murmuró a la vez que sus dedos acariciaban la mullida carne, y su amante los besó y lamió con evidente hambre de más.

    —Y yo a ti, mi amor, pero como no me folles ya me voy a volver loco.

    —Está bien, está bien —respondió entre risas—. Dejaré de torturarte.

    Después de tomar un bote de lubricante lo agarró de las rodillas para flexionarlas hacia su pecho y dejó su intimidad accesible. Se embadurnó bien los dedos y, pacientemente, empezó a lubricarlo con penetraciones, no tanto porque lo necesitara como por el simple hecho de deleitarse con la manera en que sus dígitos desaparecían dentro de él.

    El sonido húmedo de los movimientos —música para sus oídos— y los roces de sus yemas sobre la próstata consiguieron que Morgan tensara nerviosamente los brazos contra su prisión de tela y sus músculos teñidos de rojo destacaran bajo la luz de las lámparas.

    —¿Esta es tu forma de dejar de torturarme, cariño? Porque me sigues pareciendo jodidamente cruel… —farfulló entre jadeos.

    —Oh, cállate ya, quejica —replicó su pareja con una sonrisa, aunque en realidad se encontraba tan excitado como él—. Pareces un niño pequeño. No sabes relajarte y disfrutar del momento.

    —Bien sabe Dios que lo estoy intentando, Elmer, pero esto de no poder verte ni tocarte me tiene como un león enjaulado. Te necesito dentro… ahora.

    Elmer tampoco podía engañarse a sí mismo. Tener a su hombre desesperado y comiendo de su mano era mucho más tentador que sus ganas de mantener el romanticismo, así que usó el lubricante sobre su pene, lo agarró de los muslos y, sin más contemplaciones, empezó a adentrarse en él. El gemido de satisfacción que emitió el chófer resonó por toda la habitación.

    Intentó no mantener un ritmo excesivamente elevado para deleitarse con cada embestida y alargar el baile todo lo posible, pero la posición de vulnerabilidad de Morgan y el calor de su interior rompieron en mil pedazos toda su entereza en cuestión de minutos. Acabó sucumbiendo ante el poder del placer, soltó sus muslos, se inclinó sobre él y lo besó febrilmente mientras arremetía rápida y firmemente sobre él. Las piernas de su pareja se cerraron en torno a su cintura, manteniéndolo con férrea decisión en aquella postura como si no quisieran soltarlo jamás.

    No tardó en eyacular, y cuando lo hizo, todos sus gemidos llevaron el nombre del amor de su vida.

    —Morgan…

    Se detuvo poco a poco, permaneció un rato encogido sobre él como un bebé en brazos de su madre y finalmente se separó lentamente de él, aunque le habría encantado permanecer en su interior durante toda la noche.

    —Elmer, me estás matando… —se quejó Morgan, que parecía al borde del delirio.

    Nunca lo había visto tan agitado y excitado. Tenía que estar disfrutando y sufriendo todo aquello a partes iguales, y el peluquero no podía sentirse más orgulloso.

    —Ya voy, mi amor —respondió dulcemente, y acto seguido lo liberó del vendaje de los ojos, recibiendo por ello una mirada sorprendida.

    Cogió de nuevo el labial, se volvió a pintar la boca —que había quedado completamente mancillada como consecuencia de las batallas previas— y, sin mediar palabra, se llevó el pene de Morgan a la boca y empezó a hacerle una felación.

    El otro hombre sintió que se le abrían las puertas del cielo. Elmer, con su esponjosa boca de color fuego deslizándose por su tronco, era como un ángel caído: imposiblemente hermoso y a la vez envuelto en pecado.

    Cuando alcanzó el clímax le temblaron las piernas como si hubiera retrocedido veinte años y hubiera experimentado su primer orgasmo.

    El peluquero, dejando que se recuperara de la experiencia a su ritmo, lo liberó de sus ataduras e inspeccionó sus muñecas para comprobar que no se había hecho daño. El brillo del anillo de oro que coronaba su dedo anular le hizo sonreír, y acarició con ternura la piel ligeramente enrojecida.

    —¿Te encuentras bien? —preguntó cariñosamente.

    —Mejor que nunca… —farfulló su marido, y lo atrajo hacia sí para quedar ambos tumbados y abrazados en la cama.

    —¿Lo has disfrutado, entonces?

    —Me ha parecido maravilloso —dijo con una sonrisa perezosa, y enredó las piernas en las de su pareja—. ¿Y a ti?

    —Me he sentido como en una nube.

    Se observaron de arriba abajo, se rieron por lo sucios que estaban y frotaron sus narices cariñosamente mientras se apegaban todo lo posible al otro y jugaban con los pies.

    —¿Quieres ducharte? —preguntó Elmer después de unos minutos de caricias y besos mimosos.

    —Ni hablar —replicó con una sonrisa—. Quiero llevarte en mi piel un rato más.

    El peluquero se ruborizó y se acurrucó contra él con infantil timidez.

    —Deberíamos repetir lo del maquillaje —comentó Morgan después de un rato.

    —Sí, sin duda. Pero la próxima vez serás tú el que se pinte los labios.

    A Morgan le parecía perfecto. Tenían tiempo de sobra para seguir experimentando durante los días de luna de miel que les quedaban y por el resto de sus vidas.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 9/4/2022, 12:47
  9. .

    Regalo de cumpleaños para mi queridísima Tostadita. <3

    Pareja: Saverio x Gabriel.
    Rating: K.
    Advertencias: posible sobredosis de azúcar.





    Todos los caminos llevan a ti




    Había sido la mejor semana de sus vidas.

    No habían planeado aquel viaje a Roma con mucho ahínco porque querían hacer lo que les apeteciera en cada momento sin constreñirse a un horario concreto, y quizá gracias a eso había sido un éxito.

    Habían recorrido barrios antiquísimos, agarrados de la mano mientras la voz de una soprano retumbaba por los muros de las callejuelas. Habían imaginado combates de gladiadores en lo alto del Coliseo, recreándolos con espadas imaginarias como si fuesen dos niños pequeños. Dentro de las termas de Caracalla habían bromeado sobre construirse una casa al estilo de los antiguos emperadores. Entre charlas interminables sobre los estudios anatómicos de Bernini se habían besado por los rincones de la basílica de San Pedro para irritar a los guardias de seguridad.

    Se habían hecho fotos junto al Tíber, donde por culpa del viento Saverio había estado a punto de perder su pañuelo morado manchado de pintura y Gabriel había tenido que tranquilizarlo con un helado de pistacho. Cada noche habían llevado a cabo el ritual de acercarse a la Fontana di Trevi para lanzarle monedas y pedirle deseos. El diplomático había escuchado incansablemente a su artista favorito desarrollar auténticos ensayos sobre Miguel Ángel bajo el techo de la Capilla Sixtina.

    Habían jugado al escondite en torno al Panteón, y para matar el hambre tras el ejercicio habían cenado la pizza más decepcionante de sus vidas, de la cual se rieron durante horas. Como compensación por aquello, Gabriel había llevado también a su pareja a algunos de los restaurantes más encantadores de la ciudad, que por lo escondidos que se encontraban no aparecían en ninguna guía de viajes. Incluso se habían colado por puro capricho espontáneo en el Teatro dell’Opera gracias a la influencia del mayor, que les permitió conseguir dos entradas de última hora en un palco discreto donde estuvieron más pendientes de meterse mano que del Turandot de Puccini.

    De lunes a domingo, el viaje había sido completamente idílico, tanto por todos los rincones que pudieron explorar como por las madrugadas apasionadas que vivieron en el modesto hotelito de Trastevere que Saverio había elegido para tener más intimidad. Allí hicieron el amor numerosas veces frente a la lumbre de una chimenea, embriagados por el olor a leña quemada y el calor del cuerpo ajeno. Aprovecharon también para hablar de su futuro mientras observaban las estrellas abrazados en la terraza de la habitación, y llegaron a hacer algún que otro amigo inesperado entre los vecinos que se asomaban a la ventana para fumar o espiar a los transeúntes.

    Todo había resultado ser tan perfecto que el domingo por la noche Saverio sólo pudo lamentar dos cosas: no haber podido ver la Galleria Borghese por falta de tiempo, y no tener la posibilidad de alargar aquella estadía en la ciudad eternamente.

    Afortunadamente, Gabriel se guardaba una sorpresa en la manga, y después de cenar le confesó que cumpliría al menos uno de sus dos deseos frustrados.

    —No regresaremos mañana a casa. Por la tarde nos acercaremos a la Galleria Borghese —comentó con tono casual mientras lo abrazaba en la cama.

    —Pero Gabriel… —murmuró confuso el pintor, que permanecía acurrucado contra su pecho—, toda la Villa Borghese está cerrada los lunes. Por eso no pudimos ir el día que llegamos.

    —Lo sé, pero pertenecer a la realeza a veces te abre muchas puertas —respondió con una sonrisa casi infantil.

    Pese a haber improvisado todo lo demás, ese último recorrido por Roma lo había planeado cuidadosamente y con mucha antelación; más de la que Saverio podía imaginar. Por eso no habían tenido tiempo de ir antes.

    El joven lo miró con una mezcla de sorpresa y ternura.

    —No sé si es correcto que te aproveches de tu posición social para cumplir caprichos personales…

    —¿Para qué quiero tantos malditos títulos si no voy a poder aprovecharme de ellos? Por ti merece la pena abusar de todos y cada uno de ellos. Además, esto no es un capricho, Saverio: es un regalo que te quiero hacer. Sé lo mucho que te emocionaba la idea de visitar el sitio conmigo.

    Esa noche, el pintor durmió con la ilusión de un niño que espera descubrir sus regalos de Navidad al amanecer.

    A las seis de la tarde del día siguiente, un taxi los dejó en Villa Borghese y las puertas de la galería se abrieron exclusivamente para ellos, con el consiguiente recibimiento de la propia directora del edificio. Como Gabriel había solicitado intimidad, les permitieron recorrer el edificio sin restricciones ni vigilancia, limitando la seguridad a lo estrictamente esencial, y gracias a eso ambos se sintieron totalmente libres para hacer lo que querían. Se agarraban de la mano mientras recorrían los pasillos, se abrazaban mientras contemplaban sus esculturas favoritas, se besaban en los rincones cuando se distraían a causa de su fascinación con el otro… Parecían adolescentes, y no podía importarles menos.

    El diplomático dejó que fuera Saverio una vez más quien lo instruyera acerca de las obras que contemplaban, pues se notaba que al joven le apasionaban Rafael, Caravaggio y Tiziano y se moría por contarle lo mucho que lo habían inspirado en sus creaciones. Y aunque el chico intentó interrumpir sus largos monólogos en más de una ocasión creyendo que estaba aburriendo a su pareja, el príncipe le prohibió callarse, pues, además de interesarle todo lo que oía, le hacía inmensamente dichoso ver a su muchacho siendo tan feliz y espontáneo.

    Allí, rodeado de arte y sintiéndose en su elemento, parecía un hombre totalmente nuevo. Sus mejillas florecían de emoción, sus manos eran incapaces de quedarse quietas, ansiosas por señalar cada pequeño detalle y enredarse en los dedos de Gabriel, y sonreía a cada minuto como si la corriente del Tíber se hubiera llevado todo el dolor de su corazón.

    El mayor sabía que nunca se cansaría de ese nuevo Saverio, y por eso se prometió a sí mismo frente al Amor sacro y amor profano de Tiziano que siempre sería el causante de los hoyuelos que se le formaban en las mejillas al sonreír.

    Cuando empezó a atardecer y regresaron a la entrada de la galería, la directora se aproximó para preguntarles si la visita había sido de su agrado y les ofreció unos minutos más de paseo, lo cual rechazaron amablemente.

    —¿Está ya preparado lo que solicité? —preguntó Gabriel misteriosamente, dejando intrigado al pintor.

    —Sí, Alteza. Todo ha sido dispuesto exactamente como lo pidió. Pueden dirigirse allí cuando deseen.

    —Perfecto. Muchas gracias.

    —¿Qué has solicitado? —inquirió Saverio mientras recorrían los jardines de la villa en dirección al lago, que se encontraba a escasos minutos de la galería a pie.

    —Ya lo sabrás. No puedo revelártelo tan pronto —respondió, y se rio al ver el mohín de protesta que hacía el joven.

    Una vez frente la orilla del lago, invitó a Saverio a subirse a una de las barquitas con las que podía recorrerse la zona y empezó a remar en dirección a una pequeña isla artificial sobre la cual se alzaba un pequeño templo de estilo grecorromano.

    —Supongo que ya lo sabes, viendo lo mucho que te gusta este lugar, pero ese es el templo de Esculapio —explicó mientras hundía los remos sobre el agua rítmicamente—. Fue construido en el siglo XVIII en honor al dios romano de la medicina. —Se detuvo para contemplar el edificio de lejos y sonrió—. Me pareció apropiado acabar aquí nuestro viaje, ya que desde que llegaste a mi vida has sido la cura de todas mis dolencias.

    Cuando se giró para observar al genovés, a este le habían crecido dos manzanas rojas en la cara.

    —Exagerado… —susurró, y como le evitó la mirada tímidamente, no se percató del amor con que el veneciano le sonrió.

    Tras bajar de la barca en la isla descubrieron que la dirección de la villa había dispuesto dos sillas y una mesa preparada con exquisito gusto para una comida romántica tras las columnas del templo. Un par de focos que apuntaban hacia allí mantenían la zona iluminada tras la caída del sol. Saverio, tras destapar los platos y contemplar la apetitosa cena fría que habían cocinado para ellos, se vio obligado a hacer el esfuerzo de no llorar de emoción.

    —Mi amor, todo esto es maravilloso, pero no tendrías que haberte molestado. Seguro que te ha costado mucho esfuerzo conseguir organizarlo.

    —No pienses en eso, cariño —replicó Gabriel, extendiendo una mano sobre la mesa para acariciar la de su pareja—. No ha sido ninguna molestia. Nada que te implique es una carga o un trabajo para mí. De hecho, ha sido maravilloso planearlo todo y guardar el secreto. Sorprenderte y verte feliz es mi pasatiempo favorito, y por eso he disfrutado tanto de este viaje.

    Tras aquella respuesta acercó el dorso de su mano a sus labios y lo besó con cariño, lo cual provocó que Saverio ocultara el rostro durante unos minutos tras la servilleta para no empezar a sollozar.

    Una vez que el joven se recompuso —pues aún le costaba acostumbrarse a las muestras de afecto del diplomático, cosa que a este le parecía encantadora—, cenaron con los últimos rayos de sol entre amenas charlas sobre las obras que habían visto en la galería y todo lo que habían vivido a lo largo de aquella semana, y la velada discurrió de forma totalmente plácida.

    Sin embargo, cuando acabaron con la comida y brindaron por una noche mágica, Saverio notó que la mano de Gabriel temblaba.

    —¿Estás bien, cariño? —preguntó, preocupado por la repentina seriedad del príncipe, que parecía haber adoptado una actitud nerviosa.

    El mayor, sin decir nada, se levantó de su asiento y se aproximó a la posición del pintor para arrodillarse ante él con cuidado.

    —Cuidado, Gabriel. Tu rodilla…

    —Muchacho, ¿has olvidado lo que te dije antes? —contestó y, recuperando una pequeña sonrisa, le guiñó un ojo con la galantería que le había caracterizado de joven—. Gracias a ti, hace tiempo que dejé atrás todo dolor.

    Satisfecho con el nuevo rubor que aquella réplica le produjo, empezó a hurgar en el bolsillo interior de su chaqueta.

    —Todas las veces que hemos visitado la Fontana di Trevi he pedido el mismo deseo. —Sacó una pequeña cajita de terciopelo negro y le mostró el anillo de compromiso que había en su interior—. Y ese deseo era que me dijeras que sí cuando te pidiera matrimonio. —Rio nerviosamente—. ¿Quieres casarte conmigo, Saverio?

    El genovés, tras varios segundos de shock que tuvieron en vilo al mayor, se bajó de la silla para abalanzarse sobre él y abrazarlo entre lágrimas de pura felicidad.

    —Por supuesto que quiero casarme contigo, mi amor.

    Esa vez Saverio no se privó de llorar como un niño, y Gabriel no lo calmó porque se había unido al llanto con la misma intensidad.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 20/3/2022, 10:08
  10. .
    QUOTE
    Como escritora, desde hace tiempo me apetecía adentrarme en lo más podrido de la psique humana (y echarme unas risas), así que he decidido homenajear al hentai más absurdo escribiendo un fic inmoral, estúpido y extremo. Curioso lector, echa un ojo a las advertencias y, si eres aprensivo, huye de aquí. Pero si te has sentido atraído por la pareja o la imagen de portada, algo me dice que no lo vas a hacer.



    Disclaimer: Hades y Zagreus pertenecen, en primer lugar, a la cultura griega, y en segundo lugar, a Supergiant Games.
    Rating: M.
    Advertencias: incesto padre/hijo, consentimiento muy dudoso (por consumo de alcohol), size!kink, rimming, lenguaje humillante, metáforas vulgares y conceptos anatómicos exagerados.

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    divisor



    Zagreus, tumbado en la cama junto a Hades, chupaba ávidamente uno de los pezones de su padre mientras amasaba sus enormes pectorales.

    El vino de Dioniso, tan exquisito como peligroso, provocaba en quien lo consumía un estado de delirio ante el que ni siquiera el dios más poderoso era totalmente inmune. Por eso el rey del inframundo se había visto obligado a usarlo con su hijo sin que este se diera cuenta.

    Se había cansado de sus estúpidos intentos por huir de él. Debía aprender por las malas que aquella cama era el lugar al que pertenecía, y que su único cometido en la vida era servirle.

    ¿Para qué iba a aspirar a más? ¿No le parecía suficiente privilegio haber recibido la misión de mantener caliente la polla de un monarca?

    Niñato desagradecido. Sólo le gustaba cuando se mantenía sumiso y necesitado de su cuerpo, como en ese momento.

    El chico, consumido por una excitación febril, succionaba el pezón como un bebé hambriento de leche materna mientras se frotaba desesperadamente contra el muslo de su amante en busca de algo de alivio.

    Sí, así lo quería siempre. Convertido en un muñeco. Reducido a un puñado de instintos primarios. Rezumando preseminal como un adolescente precoz. Temblando y gimiendo como una virgen.

    Le acarició la cabeza para premiar su mansedumbre y dejó escapar un suspiro satisfecho. En esas circunstancias lamentaba profundamente no ser una mujer para poder alimentarlo de sus propias mamas.

    Afortunadamente, tenía otros recursos.

    —Si quieres mi leche vas a tener que buscarla más abajo, chico —sentenció con una risa oscura.

    Su hijo dejó lo que estaba haciendo y lo miró a los ojos con un anhelo que le tensó los huevos de excitación.

    —Vamos. Sé que lo estás deseando, pequeña zorra —ordenó, y se deleitó viendo como lo obedecía al instante.

    Zagreus se deslizó hacia abajo y, recostando la cabeza en el vientre de su progenitor, se aferró a su gigantesca polla como un niño a su peluche y empezó a chupar ansiosamente la cabeza.

    Hades medía unos tres metros y poseía el físico de un titán, así que el tamaño de su entrepierna era proporcional al del resto de su cuerpo. Tan larga como la de un caballo y casi tan gorda como un muslo de Zagreus, se erguía con la imponencia de una columna griega, llena de relieves en forma de venas y durísima a causa de la excitación de su dueño. El glande era tan ancho que no se podía abarcar con toda la mano.

    El joven dios jamás podría chuparla apropiadamente; por eso se esforzaba en masajearla y acariciar cada rincón de forma reverencial.

    Mientras tanto, su boca estimulaba la abertura de su uretra con la agilidad de un perro. Su diámetro le permitía colar toda la lengua, así que jugó a penetrarla con ella, alternando esos estímulos con hambrientas succiones que buscaban sacar el tesoro que guardaba el rey del inframundo en los testículos.

    —Mírate. Te mueres por beberte toda mi leche. No puedes vivir sin ella, y sin embargo te empeñas en escapar de mí. ¿Es que no deseas tomarla todos los días? ¿No quieres quedarte para siempre en mi cama y dejar que te alimente como nadie va a hacerlo? Porque no vas a encontrar nada parecido en el Olimpo, chico estúpido. Ni siquiera la polla de mi hermano Zeus te va a llenar como yo lo hago. Vas a llorar por mí el resto de tus malditos días si después de probarme intentas sustituirme. Como yo no hay nadie, porque soy tu padre.

    —Padre, por favor… Necesito tu leche… Dame tu leche… —agonizó Zagreus, que empezaba a sentir una profunda angustia por no recibir el alivio que necesitaba.

    —Sigue ordeñándome, y si lo haces bien te la daré. No me voy a correr si te limitas a lloriquear como una niña.

    Su hijo retomó el intento de felación con renovadas energías, masajeando la polla ansiosamente justo por debajo de la cabeza y succionando la uretra con tanta lujuria que la saliva que derramaba le empapaba todo el contorno de la boca. Tras un rato Hades eyaculó por fin y su semen salió disparado como una fuente hacia Zagreus, regando de blanco todo su rostro, pelo y pecho. El dios tenía tanta cantidad acumulada que brotó durante varios minutos y el joven pudo beber de él con la ansiedad de un borracho empeñado en ahogarse con el alcohol.

    Le resultaba tan adictivo que sentía que podría alimentarse únicamente de eso durante el resto de sus días.

    —Eres delicioso, padre… —murmuró el hijo cuando se hubo llenado el estómago. Con una sonrisa de enloquecida satisfacción y el semen resbalando por todo su cuerpo como si se hubiera bañado, ofrecía una imagen tan erótica que la dureza de Hades no remitió ni un ápice.

    —Y tú, pequeña puta. Tú también lo eres. —Se incorporó hasta ponerse de rodillas en la cama y lo agarró del pelo—. Ponte a cuatro patas.

    Lo forzó a colocarse como un perro, dándole la espalda, y le hundió la cabeza en las sábanas para que le ofreciera el culo.

    —Eso es. Preséntame lo único que vale la pena de ti.
    Lo agarró de las nalgas con ambas manos, las separó y se lanzó a devorarle la entrada del ano con voraz agresividad. Lo penetró con la lengua, succionó para hacer ventosa y lo acarició en círculos con todo el rostro para que su frondosa barba le arañara toda aquella sensible zona. Zagreus empezó a gemir pesadamente e intentó mover las caderas, pero la fuerza del rey era imparable, y no logró contrarrestar el férreo agarre que mantenía sobre él.

    Sin embargo, Hades no se privó de darle más placer, y por ello llevó una mano a su pene y empezó a masturbarlo como si se tratase de la ubre de una vaca. Su extremidad abarcaba por completo el tronco y era capaz de ahogarlo con su calor.

    El placer que le proporcionaba al joven dios llegó en oleadas tan intensas que no pudo soportar por mucho tiempo aquel cúmulo de estímulos y se corrió con insultante rapidez, tras lo cual se quedó temblando como una hoja.

    —Parece que yo también sé ordeñar bastante bien —comentó Hades entre risas maliciosas, y se dispuso a tumbarse de nuevo en la cama.

    Pero Zagreus no estaba preparado para terminar, y el hecho de que su pene siguiera erguido era la prueba de ello.

    —Padre, fóllame, por favor… —murmuró con un hilo de voz—. Te necesito dentro de mí…

    —Mh… ¿Y por qué debería concederte ese honor? —preguntó con el ceño fruncido, tras lo cual le propinó un azote en la nalga izquierda y empezó a frotar la polla contra la tierna piel-. ¿Crees que te voy a dar todo lo que quieras por el simple hecho de habérmela chupado?

    —Por favor, padre… Por favor… Te lo suplico… —rogó, agarrándose con desesperación a las sábanas y restregando el culo contra él como un perro en celo.

    —No me interesan tus súplicas. Vas a tener que darme algo mejor. —Hizo una pequeña pausa, relamiéndose los labios con arrogancia ante lo patético y delicioso que se veía su hijo—. Prométeme que te mantendrás en tu puesto durante el resto de tus días. Júrame que no pretenderás aspirar a ser nada más que mi puta personal.

    —Te… lo juro… —balbuceó con la voz rota, meciéndose cada vez más frenéticamente—. Te juro que sólo viviré por y para ti… Seré únicamente tuyo… Sólo me dejaré follar por tu polla… —Varias lágrimas empezaron a caer por sus mejillas—. Dejaré que me uses cada noche durante toda la eternidad…

    —¿Renegarás públicamente de tus tontos intentos de huir del inframundo y reconocerás ante el resto de dioses que has asumido la tarea de ser mi juguete?

    —Sí… Les diré que ya sólo te venero a ti y a tu polla…

    —Bien —respondió, e hinchó el pecho con orgullo—. Así me gusta.

    Dando por zanjada la conversación, pues en el fondo se moría por enterrarse en él, volvió a separarle las nalgas, se posicionó y empezó a adentrarse en él con impaciencia.

    Aquella monstruosa polla no estaba destinada a entrar en agujeros tan pequeños como el de Zagreus. Por eso, al sentir como su interior era violentamente forzado a ensancharse chilló y puso los ojos en blanco. Sin embargo, gracias a su naturaleza de dios y a la lujuria que le provocaba el vino de Dioniso, lo que a cualquier otro le habría matado de dolor a él le produjo un placer inexplicablemente intenso.

    Era como si su padre se estuviera apoderando de todo su ser por dentro. Lo sentía por todas partes, forzándolo a abrirse más y más para él. Se veía obligado a separar más las piernas y elevar más el culo. Su espalda se quejaba por tener que hundirse ante el peso de su amante. Parecía que en cualquier momento su cuerpo se fuese a partir en dos.

    Cuando Hades chocó la pelvis contra su trasero, Zagreus emitió un alarido de éxtasis y empezó a babear contra las sábanas, completamente enajenado.

    Su progenitor, que también empezaba a desvariar por la excitación, lo agarró de las caderas y comenzó a martillear contra él sin ninguna piedad, haciendo chocar sus enormes huevos hinchados contra sus muslos y obligándolo a recibirlo absolutamente todo en cada embestida. De vez en cuando aprovechó para propinarle nuevos azotes en el culo, tan fuertes que acabaron dejándole la piel completamente enrojecida y ensangrentada.

    Tras unos minutos de frenética follada, Hades volvió a eyacular y Zagreus notó como su vientre se hinchaba a medida que el torrente de semen lo llenaba. Aquello provocó que se corriera por segunda vez contra las sábanas entre gemidos y gritos frenéticos.

    Al salir de él, el dios observó como su semen caía a chorros del destrozado culo del joven. Los músculos de su ano dilataban y contraían la entrada violentamente —como si en el fondo buscara ser llenado una vez más—, derramando de forma casi interminable aquel líquido espeso por sus piernas. Su culo no volvería a ser el mismo tras haber sido perforado y dado de sí tan salvajemente.

    El rey se lanzó a beber su propia leche, recorriendo una vez más la ensanchada cavidad con labios y lengua, y Zagreus volvió a babear sobre la cama, incapaz de articular palabra.

    No quedaba nada de él. Era un muñeco sin pensamientos ni opiniones; un trapo feliz de haber sido usado.

    —Buen chico —dijo Hades con la barba pintada de blanco—. Pero estás demasiado estrecho. Voy a tener que dedicar los próximos siglos a hacer que te acomodes perfectamente a mi tamaño.
  11. .

    Pareja: ladrones (Charlton x Derek).
    Rating: M.
    Advertencias: universo alternativo, prostitución y asesinato.





    Strangers in the night




    —Si te falta dinero, vete a casa a sacudírtela. No voy a hacerte ninguna rebaja en el precio.

    —Oh, yo creo que sí, princesa. Lo harás, quieras o no. De hecho, si te pones muy tonto, a lo mejor hasta te follo gratis.

    Charlton se asomó al callejón del que provenían aquellas voces y descubrió una escena desagradable. Un joven, que por su provocativa forma de vestir parecía un prostituto, estaba siendo amenazado a punta de navaja por un hombre de mediana edad. Este sostenía el filo del arma contra su cuello con una mano temblorosa, quizá entre nervioso e iracundo por no estar obteniendo lo que deseaba.

    Sin embargo, curiosamente, lo que más le llamó la atención no fue la violenta situación, sino el hecho de que el prostituto permaneciera impertérrito ante el ataque, como si no fuese nada del otro mundo.

    No parecía impresionado ni lo más mínimo por su agresor, y eso despertó una chispa de intriga en Charlton, que decidió actuar.

    Se aproximó al atacante con pasos ligeros para no ser escuchado, aprovechando que este le daba la espalda, y el atractivo joven, que podía ver perfectamente lo que pasaba por encima del hombro del otro sujeto, observó de reojo sus movimientos.

    —Debiste haber aceptado el precio, cariño. El capricho te va a salir demasiado caro.

    Charlton agarró un trozo de ladrillo que había en el suelo y lo golpeó en la cabeza con él haciendo uso de toda su fuerza. El individuo cayó inerte al suelo, pero quería asegurarse de que no volvía a levantarse, así que le propinó una patada en el cráneo, donde ya le había abierto la herida. Si no se lo había roto antes, ahora sí lo habría logrado.

    Para sorpresa del salvador, su damisela en apuros se mantuvo tan impasible como lo había estado hasta ese momento. Ni una gota de pánico parecía correr por sus venas.

    O había vivido suficientes agresiones para haberse acostumbrado a la violencia, o tenía la sangre más fría que el hielo. Esa última opción, para un loco como Charlton, resultaba poderosamente atractiva.

    —Oh, siempre he soñado con tener un príncipe azul que me rescatase de los dragones malvados —dijo el joven con una sonrisa entre coqueta y burlona.

    Este notó enseguida cómo lo miraba Charlton. Pero es que no podía evitarlo: aquella camiseta blanca sin mangas, que revelaba unos bíceps grandes y tonificados, y sus pantalones de cuero ajustadísimos, que no dejaban prácticamente nada a la imaginación, hacían de él un manjar realmente apetitoso.

    Le resultaba difícil no empatizar mínimamente con el muerto.

    —Derek —añadió el prostituto, tendiéndole la mano como si no se hubiera dado cuenta de nada.

    Charlton arqueó una ceja y, en lugar de estrechar su mano, lo agarró del antebrazo y tiró de él hasta que sus rostros quedaron a escasos centímetros de distancia.

    —¿No vas a darme las gracias? —preguntó, mirándole los labios con deseo.

    —Puedo hacerte el descuento que no le he hecho a ese pobre imbécil —respondió Derek descaradamente—. Si tienes dinero, claro.

    Charlton soltó una risita, cosa extraña en él, y Derek observó con fascinación la cicatriz que se marcaba en su mejilla.

    —¿Cuánto?

    —Treinta dólares la mamada. Cien la follada.

    —Quiero las dos.

    —¿Llevas condón?

    —Por supuesto.

    —Pues bájate los pantalones.

    Charlton sacó rápidamente un condón de su cartera, apoyó la espalda contra una de las paredes del callejón y tras abrirse los pantalones se puso el preservativo de forma un tanto torpe, alterado por la excitación. Derek, que lo había estado observando todo de rodillas, agarró su miembro una vez estuvo preparado y comenzó a hacerle una felación apasionada.

    Sin embargo, no pudo tomar el control por mucho tiempo porque una mano lo agarró de la cabeza para controlar su velocidad, y las caderas de su amante no tardaron en embestir contra su boca para profundizar los movimientos. Ante aquel alarde de agresividad reaccionó rápidamente relajando la mandíbula y recolocando la lengua para no ahogarse. No obstante, derramó algunas lágrimas involuntarias como consecuencia del esfuerzo.

    Charlton no quería tener piedad con él. Algo le decía que Derek era capaz de soportar lo que le hiciera, y por eso puso a prueba su resistencia tratándolo como si se tratara de un muñeco. La entereza con que el otro hombre recibía sus acometidas le complació tanto que acabó olvidando que se encontraban en un callejón donde cualquier transeúnte podía verlos, y gimió abiertamente para demostrar su satisfacción.

    Pero no quería acabar tan pronto —por eso le había pedido el pack completo— así que, antes de sufrir un accidente, tiró de su frondosa melena y lo obligó a alejarse.

    —Arriba —ordenó con la voz rota por el placer.

    Derek se incorporó de forma obediente y se bajó los pantalones hasta las rodillas. Su amante, sin dejar la agresividad, lo empujó para ponerlo contra la pared y se colocó a su espalda. Le dio un fuerte azote en el trasero, enardecido por lo delicioso que le parecía, y tras humedecer superficialmente la entrada de su ano con los dedos se posicionó y se adentró en él sin contemplaciones. El prostituto gruñó por la nula delicadeza de la intromisión, pero mantuvo los músculos relajados.

    —Tienes suerte de que esté acostumbrado a brutos como tú… —murmuró, relamiéndose los labios y apoyando las manos en la pared para no desequilibrarse.

    Charlton lo agarró de la mandíbula y le giró la cabeza para obligarlo a mirarlo, aunque fuese de reojo.

    —Lo dudo. No creo que hayas conocido a nadie como yo.

    Le mordió el lóbulo de la oreja en un arrebato pasional, introdujo el pulgar en su boca y empezó a penetrarlo agresivamente, forzándolo a adaptarse a su tamaño sobre la marcha.

    Derek, que disfrutaba del sexo duro mucho más de lo que sus protestas y su rostro inocente podían revelar, ahogó sus lujuriosos gemidos contra el dedo de su amante, el cual succionaba y lamía con la lengua como si aún se encontrase de rodillas. Por su parte Charlton, embobado con la erótica imagen que le ofrecía el prostituto, fue aumentando cada vez más la intensidad de sus arremetidas, así como el agarre que su otra mano ejercía contra las aquellas caderas firmes.

    No sabía por qué, pero la idea de dejar la marca de los dedos en su piel durante horas lo enardecía.

    Fue el primero en alcanzar el clímax, y podría haberse detenido en ese momento, pues al fin y al cabo era él quien estaba recibiendo el servicio. Pero vio a Derek tan enloquecido de placer y tan necesitado de más que su ego lo empujó a seguir penetrándolo hasta que el otro hombre pintó el muro de blanco.

    No le decepcionó haber tomado esa decisión. Ver al joven temblar de satisfacción entre sus brazos había valido los casi ciento cincuenta dólares que le había costado el jueguecito.

    Además del propio orgasmo, por supuesto. Hacía tiempo que no se quedaba tan contento, y resultaba curioso que lo hubiera conseguido gracias a un completo desconocido en un callejón de mala muerte.

    O tal vez no era tan curioso. A lo mejor era exactamente lo que su carácter retorcido necesitaba.

    Se deshizo del condón, se colocó la ropa y observó al prostituto hacer lo mismo. No volverían a encontrarse, así que le convenía retener algunos detalles para las noches más solitarias.

    Cuando sacó la cartera y se dispuso a pagarle, para su sorpresa Derek lo acorraló contra la pared poniéndole una navaja contra el cuello. Al mirarla de reojo se dio cuenta de que era el arma del muerto. Seguramente se la había quitado justo antes de que este cayese al suelo.

    Unos reflejos envidiables…

    —No te molestes en sacar el dinero. Dame la cartera directamente —ordenó con una sonrisa divertida—. Y no hagas tonterías. Soy mucho mejor que ese imbécil manejando un arma.

    Charlton lo miró irritado durante varios segundos, planteándose la posibilidad de contraatacar, pero la expresión maliciosa de Derek le confirmó tácitamente que sería un oponente mucho más peligroso que el otro sujeto. Por ello, finalmente optó por entregarle la cartera.

    —No habrías necesitado mi ayuda, ¿verdad?

    —En absoluto. Pero de verdad te lo agradezco. Ha sido muy galante por tu parte.

    Se alejó poco a poco de él, sin darle la espalda en ningún momento, y cuando consiguió establecer una distancia prudencial se guardó el botín en el bolsillo y empezó a bajar el arma.

    —Un placer hacer negocios contigo.

    Charlton chasqueó la lengua ante el gesto burlón de adiós que le hizo y miró al muerto con fastidio. Al menos le quedaba el móvil. Tenía que llamar a un par de amigos para que lo ayudaran a deshacerse de él. No podía dejar allí el cadáver, rodeado de… restos de ADN suyo.

    Se llevó una mano al bolsillo trasero, pero al palparlo no encontró el aparato.

    —¿Buscas esto? —preguntó Derek desde la salida del callejón, y le mostró el teléfono agitándolo en el aire como si fuera un abanico.

    ¿En qué momento se lo había robado? ¿Qué clase de prostituto era ese?

    Se rio como un niño travieso ante la mirada atónita de Charlton.

    —Tú tampoco has conocido a nadie como yo, cariño.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 9/4/2022, 12:51
  12. .

    Disclaimer: personajes originales pertenecientes a mi Tostadita y a mí.
    Pareja: austriacos (Dawud x Heller).
    Género: smut.
    Palabras: 500.
    Rating: M.
    Conceptos usados: 6 (Te sienta bien) y 1 (La obediencia crea disciplina).
    Advertencias: cockwarming.




    Mío.



    Los pasos firmes del mayordomo retumbaban por los pasillos a medida que se aproximaba a la habitación de Dawud Gruber. La mansión se encontraba casi vacía, a excepción de ellos dos.

    Era la ocasión perfecta. No sufrirían ninguna interrupción molesta que arruinara la ceremonia.

    Entró en el cuarto sin llamar a la puerta y se detuvo en medio de la estancia en su posición habitual, erguido con la rigidez y elegancia de una escultura. Su jefe, que había dejado lo que hacía al ser interrumpido, observó con los ojos muy abiertos lo que sostenía sobre una bandeja de plata.

    Un bello collar negro de piel, al cual iba enganchado una cadena hecha del oro más refinado.

    —Ha llegado el momento —dijo Heller con voz firme.

    No le hizo falta añadir nada más. Gruber sabía perfectamente lo que quería, así que se puso a ello al instante.

    Se deshizo de toda su ropa pausadamente, intentando no mostrar la ansiedad que lo carcomía, y cuando quedó totalmente desnudo se agachó y caminó a gatas hasta quedar arrodillado a los pies de su sirviente. Este dejó la bandeja sobre una mesa para quedarse sólo con el collar y, con la misma calma que el otro había demostrado, se lo puso en el cuello asegurándose de que quedaba tenso pero no asfixiaba.

    Al contemplar la prenda apretándole la piel, su corazón se aceleró repentinamente.

    —Ahora eres perfecto —musitó emocionado mientras sus manos, cubiertas por los guantes blancos que tanto gustaban al otro hombre, le acariciaban las mejillas como a un perro obediente.

    Su amante, demostrando un comportamiento ejemplar, cerró los ojos y se dejó consentir sumisamente. En ningún momento lo había mirado a la cara.

    Tiró con suavidad de la correa para que se moviese, se sentó en el borde de la cama y Dawud lo siguió a gatas para acomodarse entre sus piernas. Heller abrió la cremallera de su pantalón y sacó su miembro erecto a través de ella. El resto de su ropa quedó intacta.

    Una vez más, no fueron necesarias las palabras para que Gruber actuara. En silencio colocó las manos tras la espalda, pues no las usaría, y se llevó el pene a la boca para hacerle una felación pausada pero pasional. No podía ocultar su necesidad de tragar más y más. Heller, aunque no era necesario, tiraba de vez en cuando de la correa para oírle emitir jadeos sofocados, que eran música para sus oídos.

    Cuando eyaculó, Dawud lo tragó todo diligentemente y, recostando la cabeza en su regazo, dejó el pene dentro de su boca como si se tratara de un chupete. Su rostro, con una placidez casi infantil, nunca había revelado tanta paz. No quedaba rastro del tirano que una vez había sido. Su bestia interior había sido domesticada.

    Heller premió su comportamiento acariciándolo de nuevo con ternura casi paternalista y suspirando placenteramente cada vez que su amante succionaba el glande como acto reflejo.

    Por fin había terminado la gran misión de su vida. Ahora él era el amo, y Dawud Gruber su sirviente.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 6/3/2022, 15:22
  13. .

    Disclaimer: Drácula y Van Helsing pertenecen a Bram Stoker, pero mi Tostadita y yo hacemos cosas con ellos que escandalizarían al pobre escritor.
    Pareja: vampiros (Drácula x Van Helsing).
    Género: smut.
    Palabras: 482.
    Rating: M.
    Conceptos usados: 27 (No te cortes).
    Advertencias: menciones de sangre (obviamente xd).




    Taste the flesh.



    Van Helsing, desnudo y a horcajadas sobre el regazo de Drácula, dejaba que este bebiera ávidamente la sangre de su cuello mientras los dedos del vampiro se introducían inmisericordes en su ano.

    Sus manos, cada vez más lánguidas por la progresiva pérdida de fuerza, apenas lograban mantenerse aferradas al cabecero de la cama, resquebrajado por arrebatos pasionales previos. El hambre con que el conde se alimentaba de él era casi insaciable, llegando hasta el punto de que, si no se controlaba, podía dejarlo inconsciente durante horas.

    Sin embargo, eso era lo que más atraía al cazador de todo aquel ritual.

    El acto de ser drenado, desde el día en que fue convertido en vampiro, había tenido un efecto adictivo y estimulante en él. Su cuerpo reaccionaba positivamente, atraído tanto por su sensualidad macabra como por el estado de vulnerabilidad en que lo dejaba.

    Por eso, cada vez que los colmillos de su amante se hundían en él, esperaba ansiosamente alcanzar esa delicada línea entre la consciencia y la inconsciencia donde el mundo se desdibujaba ante sus ojos y todo quedaba reducido a puro placer primitivo.

    Cuando alcanzó ese estado de éxtasis casi espiritual, enseñó los colmillos al aire entre gemidos que habrían ruborizado a su dios y pintó sus cuerpos de blanco sin siquiera haberse tocado. Acto seguido sus músculos se destensaron y, si permaneció erguido, fue gracias al agarre de su compañero.

    Drácula lo recostó amorosamente sobre el colchón y sonrió satisfecho al comprobar que, pese a encontrarse casi más dormido que despierto, su pene se mantenía perfectamente erguido, como si no hubiera realizado ningún esfuerzo previo.

    Siempre le había fascinado la resistencia física y mental de Abraham. No la había encontrado en ningún otro individuo, humano o vampiro.

    Lo agarró de la parte trasera de las rodillas, le hizo flexionar las piernas hacia el pecho y dejó su intimidad expuesta. Se relamió los labios para no desperdiciar ni una sola de las gotas carmesí que intentaban huir de su boca, se acomodó de rodillas frente a su amante y se introdujo en él con una sola embestida, ávido de deseo.

    Reforzado por la energía que le había proporcionado su manjar favorito, empezó a penetrarlo enérgicamente, hundiéndose hasta la pelvis en cada arremetida y clavándole las uñas en la carne hasta hacerlo sangrar. Por su parte, el cazador, que también había desplegado las suyas, deslizó las manos instintivamente por la cama en busca de algo a lo que aferrarse y desgarró las sábanas de seda en el proceso.

    Cuando sintió el semen caliente de su amante invadiendo su interior, se dejó ir también y volvió a ensuciar su ya manchado vientre entre aullidos más animales que humanos.

    Lo último a lo que logró prestar atención antes de desmayarse fue un «te amo» y unos labios que, entre caricias, recogían la sangre que aún manaba de la herida de su cuello.




    SPOILER (click to view)
    Sí, me he inventado que los vampiros tienen estamina extra, pero creo que no es inverosímil dada su naturaleza, y en el rol nos puede resultar muy útil.~ xd


    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 7/3/2022, 06:37
  14. .

    Disclaimer: personajes originales pertenecientes a mi Tostadita y a mí.
    Pareja: cowboys (Phillip x Maverick).
    Género: smut.
    Palabras: 500.
    Rating: M.
    Conceptos usados: 25 (En mal momento).
    Advertencias: ninguna.




    Be quiet.



    Hacía frío a la intemperie, pues la hoguera en torno a la que se habían refugiado se había apagado horas atrás. Sin embargo, aquello les daba total intimidad en medio de una noche cuya única fuente de luz era la luna, parcialmente escondida entre las nubes.

    A Maverick no le habría importado meter mano a Phillip en ese mismo lugar, junto a sus compañeros, mientras estos dormían plácidamente. Sin embargo, el sheriff no se quería arriesgar, y en el fondo tenía razón.

    No merecía la pena jugarse la vida por un poco de sexo. O tal vez sí —por Phillip, según el bandolero, valía la pena cometer cualquier locura—, pero era más sensato asegurar el bienestar de ambos.

    Cuando ambos estuvieron seguros de que podían moverse sin despertar al resto compartieron un gesto cómplice desde la distancia, se incorporaron y se alejaron del campamento con pisadas cuidadosas hasta perderse tras unas formaciones rocosas.

    Se encontraban en una zona elevada desde la cual podían observar todo el desierto. No obstante, al criminal sólo le interesaba una vista.

    La de su amante.

    Se colocó tras él mientras este contemplaba el paisaje y le abrió el pantalón, ya que el otro hombre se encontraba maniatado y poco podía ayudar. Sacó su miembro y, mirándolo con deseo por encima del hombro, empezó a masturbarlo tranquilamente.

    Que estuvieran haciendo algo peligroso no le iba a impedir disfrutar plenamente de su cuerpo durante los ratos de parcial libertad que tuvieran.

    Escuchando los quedos suspiros del sheriff, que intentaba ser lo más discreto posible, se entretuvo besando y mordisqueando la piel de su cuello y acariciándole la barba con la nariz. Se esmeró en alargar ese rato todo lo posible para que la calidez de su espalda lo arropara y sus jadeos le hicieran olvidar la amargura de su situación, y cuando Phillip llegó al orgasmo él también se vio obligado a reprimir un gemido.

    —Te adoro… —susurró con los labios pegados a su oreja.

    Acto seguido, llevado por la lujuria, lo agarró del hombro y lo forzó a arrodillarse en el suelo. Lo rodeó para quedar frente a él, sonrió con satisfacción infantil al verlo en esa posición de vulnerabilidad y acercó la mano manchada de semen a sus labios para que este la limpiara. Su amante obedeció sin rechistar y eso multiplicó su excitación.

    Liberó su hombría con movimientos torpes, agarró de la nuca al mayor y lo apremió para que empezara a chupársela. La sensación de verse rodeado por la humedad de su boca estuvo a punto de obligarlo a hacer demasiado ruido.

    Embistió con urgencia contra su garganta, despreocupado porque sabía que podría soportarlo, y al eyacular entre caricias de su lengua sintió que por un momento le fallaban las piernas.

    Tardó un rato en separarse de él, y lo hizo a regañadientes. Si de él hubiera dependido el asunto, se habría quedado allí dentro toda la vida.

    Tal vez no pudieran aún follar como querían, pero en algún momento lograrían huir y ponerse a salvo. Y cuando lo hicieran, Maverick acapararía al sheriff de sol a sol.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 19/3/2022, 12:35
  15. .

    Disclaimer: personajes originales pertenecientes a mi Tostadita y a mí.
    Pareja: espías (Manuel x Gunther).
    Género: smut y algo de gore.
    Palabras: 1112.
    Rating: M.
    Conceptos usados: 19 (Una tortura divertida).
    Advertencias: sangre y violencia explícita y detallada.
    Canción recomendada para la lectura: Nails, de Call Me Karizma.




    Hit me, punch me.



    Gunther despertó con el cable del teléfono alrededor de su cuello, ahogándolo violentamente. La persona que trataba de matarlo parecía querer hundirle la nuez en la tráquea.

    No podía ver a su agresor porque estaba siendo atacado por detrás, pero sabía perfectamente de quién se trataba. Sólo un hombre era capaz de rastrearlo por todo Chile y encontrarlo en aquella cabaña perdida en medio de la nada.

    Entre jadeos desesperados intentó agarrar el cable, pero este se había incrustado demasiado en su piel, así que desistió enseguida y metió una mano bajo la almohada en busca de la pistola que allí ocultaba.

    —No me tomes por tonto. ¿Crees que no me he deshecho de ella? —preguntó el chileno con voz tensa por la fuerza que estaba ejerciendo sobre él.

    Privado de su arma y apremiado por la cada vez más dolorosa presión sobre su garganta, recurrió a lo único que le quedaba, su cuerpo, y dio un codazo hacia atrás con la esperanza de acertar a su agresor. Por suerte, el golpe consiguió impactar en sus costillas y lo debilitó por unos segundos; tiempo suficiente para liberarse de su prisión y salir de la cama entre toses.

    Intentó huir a otra zona del edificio donde poder defenderse con más recursos, como la cocina. Sin embargo, Manuel fue rápido también al bajar del colchón y, antes de que pudiera llegar a la puerta, embistió contra él como un toro embravecido. Su espalda chocó violentamente contra un espejo de pared, que se deshizo en pedazos en torno a él. La fuerza del ataque provocó que cayeran juntos al suelo, incapaces de mantener el equilibrio.

    El alemán quedó aturdido momentáneamente, pero el dolor que sintió al intentar incorporarse sobre trozos de cristal le sirvió para reanimarse. Agarró un trozo más o menos grande y, sin miramientos, se lo clavó a su enemigo en la parte trasera del hombro. Mientras este aullaba de dolor, se incorporó y se alejó de él trastabillando.

    —¿Por qué no me has disparado en la cabeza mientras dormía? —gruñó mientras se acariciaba la zona de su garganta que había quedado enrojecida.

    El chileno, que no había sufrido una herida demasiado profunda gracias a la densidad de su ropa, se arrancó el cristal con un gruñido y lo miró con una pequeña sonrisa maliciosa que hizo estremecer al pelirrojo.

    Si fue de miedo o de placer, no lo llegó a saber. Probablemente de ambas cosas.

    —Después de todos los dolores de cabeza que me has causado estos meses, no iba a dejar que tuvieras una muerte tan dulce. No, tú te mereces agonizar larga y lentamente…

    Manuel se abalanzó sobre su objetivo una vez más. Pero este, que ya había tenido tiempo suficiente para pensar fríamente su siguiente paso, agarró el mismo teléfono con que había estado a punto de ser asfixiado y lo usó para golpearlo en la cabeza. Acto seguido, aprovechando su aturdimiento, lo empujó para hacerlo caer sobre la cama. Se sentó sobre su pelvis, cerró las manos en torno a su cuello y empezó a ahogarlo mientras la sangre que manaba del hombro del chileno empezaba a esparcirse por las sábanas.

    —¿Estás seguro de que ese es el motivo? Porque yo creo que en realidad no quieres matarme. Te gusta demasiado meterte entre las piernas de tu peor enemigo…

    Mientras forcejeaban, uno para mantener el agarre y el otro para deshacerse de él, sus cuerpos friccionaban involuntariamente en las zonas donde entraban en contacto. Aquello provocó que el de los ojos azules sintiera en su trasero una erección incipiente y, en consecuencia, jadeara con deseo.

    —¿Lo ves? Te estoy matando, y sin embargo sólo puedes pensar en follarme… —dijo con una risa nerviosa, producida en parte por la euforia del momento y en parte por la excitación que él mismo empezaba a sentir.

    Manuel, dándose cuenta de que no iba a zafarse de sus manos de hierro intentando alejarlas, recurrió desesperadamente a darle un puñetazo en la boca del estómago. Aquello bastó para robarle el aliento y recuperar el suyo.

    Inmediatamente después lo agarró de la camiseta y lo zarandeó hacia un lado para tumbarlo en la cama. Como no iba a permitir que volviera a escabullirse, se colocó encima de él, entre sus piernas, y lo agarró de las muñecas para inmovilizarle los brazos contra la cama, a ambos lados de su cabeza.

    —No te creas tan irresistible, maldito rojo de mierda. Lo que me excita es imaginarme tu cabeza de trofeo en mi salón cuando acabe contigo —replicó el mayor con expresión de rabia, y para callar al otro le mordió el labio inferior hasta partírselo y llenarse la boca con su sangre.

    El alemán gritó de dolor y sintió como su barbilla se teñía de granate. Pero no iba a darse por vencido, ni siquiera en la posición en que se encontraba. Por eso rodeó la cintura del otro con las piernas y entrelazó los pies, formando un nuevo agarre del que, esta vez, no pensaba dejarle escapar.

    Quedaron tan pegados que ambos podían sentir cada centímetro del otro y lo que se estaban provocando mutuamente.

    —Entonces acaba conmigo. Vamos… —lo retó, y antes de que pudiera contestar le robó un beso lleno de pasión y escozor.

    Manuel, aturdido tanto por los golpes previos como por los roces contra la entrepierna del alemán, correspondió el beso entre gruñidos y jadeos agónicos. Por instinto hizo más presión sobre las muñecas de su rival, que revelaban el pulso descontrolado de su dueño, y movido por una lujuria animal comenzó a ondular las caderas para aumentar el contacto. Su lengua, inundada de sabor a hierro, se introdujo en la otra boca buscando imponerse por fin al de los ojos azules.

    Y aunque Gunther no se rindió en ningún momento, pues esa batalla no era más que una extensión de la que habían iniciado antes, sí permitió que fuera el chileno quien, a base de embestidas superficiales, lo hiciera llegar al orgasmo bajo los pantalones.

    Durante unos minutos que parecieron una eternidad, ninguno dijo nada. Permanecieron con los ojos cerrados, respirando el aire del otro y sintiendo las subidas y bajadas erráticas del pecho ajeno. Tras el torbellino de emociones que acababan de experimentar les costó volver a la realidad, como si se estuvieran recuperando de los efectos de una droga demasiado potente.

    —¿Ves como tengo razón? —dijo finalmente el alemán.

    —No la tienes —respondió el mayor, incorporándose un poco para mirarlo a los ojos—. No he olvidado mi misión.

    El alemán suspiró dramáticamente y negó con la cabeza.

    —Como quieras. Continuemos entonces con lo que estábamos haciendo —replicó, y acto seguido le pegó un cabezazo en la frente.



    Edited by .:: M. Dolmancé ::. - 19/3/2022, 12:51
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