Posts written by Misy

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    El agua caía cálida sobre nuestros cuerpos, ayudándonos a relajar los músculos después de aquel intenso día en la playa jugando junto a Elliot. Me lo había pasado muy bien, y más debido a que habían pasado años desde que salí a algún lado con mi hijo y él había estado alegre; más o menos desde la muerte de Julie. Tener a Darren en nuestras vidas era una gran motivación para ambos; ayudaba a Elliot en su problema y lo tenía como un amigo, y conmigo estaba formando una especie de... de relación agradable, romántica y dulce que avanzaba con lentitud. Tampoco necesitábamos apresurarnos, o al menos así lo sentía yo; a pesar de que ya había superado de alguna forma la muerte de mi esposa, había recuerdos que acechaban mi mente y me detenían a la hora de dar más pasos con él. No quería comenzar una relación seria sin antes sanar bien por completo y saber qué opinión tenía mi hijo en cuanto a su psicólogo y yo volviéndonos pareja.

    Me agaché para dejar que me enjabonara el pelo, enternecido por su petición y sus acciones. Me resultaba tierno y agradable estar de aquella forma con él, como si fuéramos novios de manera oficial y nos cuidáramos el uno al otro sin importar nada más. Daba algo de miedo el hecho de que pudiera confiar tanto en alguien tan pronto, pero por algún motivo sentía que con él todo iba a ir bien, que nada malo podía suceder, y esperaba que aquellos sentimientos fueran reales. Le enjaboné el pelo de la misma forma, aclarándoselo luego, peinándolo un poco, cuidándolo con tenues caricias en la cabeza hasta que terminamos de limpiarnos y salimos de la ducha. Le di una toalla mientras yo tomaba otra, secándonos.

    —Claro, ven a ver qué tengo—comenté con una sonrisa al escuchar su petición, saliendo del baño para dirigirme a mi habitación.

    Tomé uno de mis pijamas, observándolo con calma; yo solía dormir sin la parte de arriba cuando no hacía mucho frío, y al ser más alto y grande que Darren, toda mi ropa le iba a quedar enorme y los pantalones se le iban a caer. Tras analizar aquel pensamiento, le acerqué la camiseta del pijama mientras me quedaba yo con la parte inferior.

    —¿Te parece si usas la parte de arriba y yo la de abajo? Dudo que te fueran a servir mis pantalones—comenté algo avergonzado, quitando la toalla y vistiéndome—. ¿Quieres que te seque el pelo?—le pregunté dulce con una sonrisa.

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    Pasamos varias horas juntos por el barco, entreteniéndonos con cualquier cosa; ya fuera haciéndoles breves visitas al resto de los tripulantes para revisar lo que estaban haciendo, o sentándonos un rato a leer alguno de los libros que tenía guardados en mi baúl, contándole más historias que sentía que podrían gustarle, así como tratando de enseñarle poco a poco a leer nuestro idioma. Sentía que me estaba acostumbrando demasiado a la presencia de Auriel cerca de mí, y eso me preocupaba; no por él, sino porque no sabía cómo podría afectar eso en un futuro teniendo en cuenta la diferencia en nuestra forma de vida, y sobretodo de dónde proveníamos. Apenas sabía si podría continuar con esta vida de libertad durante mucho tiempo, escapando de la ley y de mis propios padres; no podía darle una estabilidad, si eso era lo que él quería.

    Llegamos al fin a tierra, atracando en una zona oculta y cubriendo el barco para evitar cualquier ataque o ser distinguidos por otros barcos en la lejanía. Aquella isla era, supuestamente, el lugar donde residía la primera joya que se necesitaría para conseguir el tesoro de los escritos, y tal vez también lográbamos vislumbrar alguna pista nueva sobre el paradero de otra de las gemas, pudiendo reducir las opciones de su posible ubicación. Tras tomar provisiones y bajarnos del barco, nos adentramos en la espesura del bosque tratando de encontrar algún sendero escondido que nos guiara a nuestro camino. Mantuve a Auriel a mi lado en todo el proceso, no queriendo que se perdiera en aquel lugar desconocido del que aún no sabíamos los peligros que escondía.

    Al final logramos encontrar un camino cubierto de tierra y lo seguimos con cuidado, tratando de evitar cualquier trampa que pudiera estar escondida. Continuamos el trayecto hasta llegar a un templo indígena abandonado y, acercándome a la entrada, eché un vistazo hacia dentro; no parecía que hubiera trampas en la primera sala, pero nunca se sabía. Tomé una piedra del suelo y la lancé hacia dentro; ésta rebotó por las baldosas, hasta golpear una que se hundió levemente. Una flecha salió disparada hacia aquella ubicación, y una sonrisa se formó en mi rostro.

    —Baldosas de presión. Tendremos que encontrar en camino seguro—pronuncié en alto para que todos me escucharan.

    Necesitábamos trabajar en equipo para poder atravesar la sala de forma segura. Varios tendrían que quedarse fuera para poder vigilar que no se nos tendiera una emboscada, y también por si necesitábamos ayuda del exterior. Otros debíamos adentrarnos para lograr encontrar aquella piedra y, con suerte, más escritos que pudieran ayudarnos en nuestro viaje.

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    Sus comentarios me enternecieron, pudiendo ver su bonito rostro cubierto de lágrimas de felicidad tras pronunciar mis propios votos. Aquella dulce risa me contagió sin poder evitarlo, haciendo que una tenue sonrisa adonara mi rostro al sentirme lleno, pleno y feliz por tener al hombre a que amaba a mi lado. Héctor siempre había sido una luz para mí, iluminando mi camino, mi vida, haciendo que dejara atrás aquel horrible pasado donde había cometido numerosos crímenes inconfesables y convirtiéndome en lo que era ahora; su esposo. Las palabras que salían por su boca atravesaban mi mente y se quedaban ahí, impregnando mi memoria con su amor, con aquella sinceridad llena de ternura que me hacía desearlo para siempre.

    Mi mano se deslizó hacia su mejilla, acunando su cara con mi palma a la vez que con el pulgar daba cálidas caricias sobre su rostro. Con la mirada fija en sus ojos, podía sentir el amor brotar de sus pupilas encontrándose con las mías, confesándonos en aquel silencioso contacto visual todo aquello que no éramos capaces de expresar con palabras. Todo el amor que nos teníamos, todo lo que habíamos vivido juntos y lo que nos quedaba por pasar al lado el otro; aquello era lo que nos mantenía unidos desde el principio hasta el final, como dos piezas perdidas de un rompecabezas que al fin se juntaban para completarlo. Porque así me sentía yo a su lado, sabiendo que nadie más podía hacerme ver la vida de la forma en la que él lo hacía.

    Habían sido muchos años donde el odio y la indiferencia le habían ganado la carrera al amor, donde mis manos se manchaban de sangre sin pudor, donde la desesperación y el miedo a la muerte en los ojos de otras personas eran lo único que me hacían sentir vivo. Pero había llegado él para cambiarlo todo, para darle una vuelta a mi corazón, haciéndome ver que la felicidad por ver bien a otra persona también existía. Que el amor era el sentimiento más fuerte, y que el mínimo contacto con la persona a la que querías podía calmar tu dolor y tristeza.

    En medio de aquella escena, las niñas trajeron los anillos y se retiraron de nuevo a sus asientos, esperando ansiosas por lo que vendría a continuación; con un suave movimiento de cabeza les agradecí por el acto, y tomé la mano de Héctor para colocar aquella alianza definitiva en el anular de su mano izquierda, esperando a que él hiciera lo mismo conmigo.

    La lejana voz del juez de paz pronunciando un "Os declaro marido y marido. Ya podéis besaros" hizo eco en mis oídos, tomando con mi mano libre la cintura de Héctor mientras la otra volvía a subir depositando tiernas caricias sobre su mejilla. Me acerqué a él, apoyando mi frente en la suya sin apartar la mirada de sus hermosos ojos, deseando poder hundirme en su mirada y dejarme llevar por él, dejando mi futuro en sus manos.

    — Te amo, Héctor. Gracias por atraparme—le susurré con ternura, antes de cerrar los ojos y unir nuestros labios en un tierno y lento beso.

    Sentía el tiempo pausarse a nuestro alrededor, ignorando los aplausos, gritos y silbidos de alegría por parte de los presentes al convertirnos al fin en esposos. En aquel momento una burbuja de felicidad nos habían envuelto, aislándonos de los demás por unos instantes en los que deseábamos disfrutarnos el uno al otro como maridos, al fin. Aquel momento que tanto habíamos esperado y que, al final, había resultado mucho mejor de lo que esperaba. Tras separarnos de aquella unión nos giramos hacia la gente, aún pegados el uno al otro. Tomé su mano, sonriéndole con todo el cariño que podía transmitirle en aquel momento, entrelazando nuestros dedos y subiendo su mano para el dorso de ésta. No podía ser más feliz de tenerlo a mi lado.

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    No sabía por qué estaba tan nervioso. Llevaba queriendo casarme con Héctor desde hacía muchísimo tiempo, y sabía que él también. Pero hacerlo finalmente era algo extraordinario. No era como si nuestras vidas fueran a cambiar mucho entre lo que eran y lo que serían tras la unión, pero por algún motivo sentía que se iba a abrir un nuevo capítulo de nuestras vidas. Verlo llegar por el paseo de madera me dejó sin aire; se veía especialmente hermoso. Aquel traje le hacía brillar como un ángel, y estaba tan arreglado que sentía cómo mi corazón daba un vuelco. Sonreí con dulzura mientras lo veía acercarse, y tomé su mano una vez estuvo a mi altura.

    —Estás hermoso—le susurré dulce. Las niñas y el fotógrafo no dejaban de sacarnos fotos en el altar, pero en aquellos momentos me daba igual. Solo tenía ojos para la persona que estaba delante de mí en esos momentos. El juez de paz tomó la palabra una vez la música terminó.

    —Estamos aquí reunidos para unir a Gabriel y Héctor en matrimonio. Gabriel, ¿quieres leer tus votos? —asentí y miré a mi prometido a los ojos.

    —Sé perfectamente todo lo que quiero decirte, pero me temo que si lo digo todo acabaríamos alargando la celebración durante varios días y aun así me quedarían cosas por expresarte—comenté, acariciando sus manos—. Héctor, aunque no comenzamos nuestra historia de la mejor manera, aunque atravesamos muchos baches que pusieron en riesgo nuestra relación y nuestras vidas, aunque hayamos tenido que vivir sucesos que ninguna otra pareja normal habría tenido que sufrir, nunca me arrepentí ni me arrepentiré en un futuro de cada segundo que he pasado y pasaré a tu lado. No olvidaré ninguna de tus sonrisas, ninguno de tus besos ni palabras dulces, y agradezco desde el fondo de mi corazón que me hayas atrapado—le sonreí, entrelazando nuestros dedos—. Lo único de lo que me arrepiento es de aquellas veces que te hice sufrir, de las veces en las que pudiste haber dudado de mi veracidad. Porque yo siempre te he amado y siempre te amaré hasta el fin de los tiempos, en esta vida y en el resto de mis reencarnaciones.

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    Suspiré escuchando un poco a Auriel; sí, todos tenían unas fortalezas increíbles. Obviamente yo también, pero no sabía cómo mostrárselo a Auriel. Quería que me admirara tanto como a ellos. Noté su beso en mi mejilla y al escucharlo sentí una calidez en mi pecho; sus palabras eran muy reconfortantes. Sonreí abrazándolo dulce, acariciando su espalda y besando su mejilla.

    —Claro, el capitán es el mejor, ¿no?—pregunté divertido—. Tú has hecho mucho por la tripulación,y me alegra tenerte aquí con nosotros. Conmigo— comenté suave. Besé su mejilla y luego lo abracé más contra mí. Quería quedarme así un rato con él, sin decir nada, solo acariciandonos. No sabía por qué, pero en esos momentos solo necesitaba sentirlo cerca, sentir que me quería. Negué un poco ante ese pensamiento, avergonzado, y suspiré levemente—. Tal vez deberíamos ir con el resto a ver si tienen algo— le comenté acariciando su cabello.

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    —Te los doy aunque no los pidas, pero si los pides te doy más—reí divertido. Fuimos juntos a comprar lo que necesitábamos para la comida, cogiendo un carrito y recorriendo el supermercado como una pareja que está haciendo la compra para la casa que comparten entre ambos... Tal vez era muy específico, pero soñar era gratis. Metimos varias cosas que necesitábamos para cocinar, y me quedé algo pensativo—. Mmmm, creo que así está bien. Si falta algo le mandaré un mensaje a Elian para que nos lo acerque—le dije dulce, yendo a caja con él para pagar los artículos. Acabamos saliendo con 2 bolsas, una cada uno para poder usar las manos libres para entrelazar nuestros dedos de vuelta a casa de Luka. Estaba demasiado feliz de estar en esa situación con él, de verdad me hacía sentir que viviamos juntos y compartíamos las tareas de la casa. Oh joder ya estaba fantaseando de nuevo.

    De todas formas, al llegar sacamos todo de las bolsas para ordenar los ingredientes, meter lo necesario en la nevera y empezar a cocinar la ensaladilla y la tortilla.

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    —Claro, no te preocupes—le sonreí dulce, dejándolo en el suelo al fin para que pudiera moverse libremente. Entramos en el baño y comencé a desnudarme para poder entrar en la ducha con él, y Darren entró abriendo de una el agua. Reí un poco al ver su expresión cuando salió el agua fría, pero pronto cambió a agua caliente y entré con él—. A veces tarda un poco en calentar el agua—comenté divertido. Lo abracé por la espalda, besando suave su nuca tras apartar su cabello de ahí, y acariciandolo con suavidad. Me gustaba mucho sentirlo así de cerca, no sabía explicarlo pero... era como si nunca estuviéramos lo suficientemente pegados. Negué ante mis pensamientos y me separé para poder lavarme tranquilo y dejar que él hiciera lo mismo. Estaba bastante cansado de aquel día y quería irme a dormir.

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    Cuando Alan se presentó a Matthew, él lo miró serio, analizándolo un poco. Lo observó y me miró.

    — ¿Quién es? —me preguntó directo. Antes de que pudiera responder cualquier cosa, Andy se adelantó.

    —Es el amante de Fred, y ahora también es nuestro amigo—comentó relajado y animado. Solté un suspiro agotado; sabía que no era buena idea que Matt se enterara de eso, Tayler también era consciente, pero Andy era demasiado... ingenuo.

    —Mmm... —Matt murmuró, volviendo la vista a Alan, clavándole la mirada visiblemente molesto— Soy Matthew. Y yo no estoy encantado.

    —Va, va chicos —Tayler se adelantó para intentar cortar cualquier conversación que surgiers a partir de ese comentario de Matt—. Ya que terminamos de cenar, ¿por qué no vamos a otro lado? O podemos irnos a casa si estáis muy cansados.

    —A mi me da igual—respondí, pidiendo la cuenta a la camarera.

    Me levanté de mi sitio para ir a pagarle, y el resto se levantó de la mesa para ir saliendo de allí. Andy comenzó a hacerle muchas preguntas a su hermano casi sin separarse de él, y Tayler se acercó a Alan.

    —Siento la actitud de Matt. Conmigo antes se ponía así, hasta que se dio cuenta de que yo solo veía a Fred como un amigo—le susurró, mirando de lejos a los hermanos—. No es mal chico pero... está muy obsesionado con él.

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    Noté el abrazo de Auriel y me giré hacia él, abrazándolo suave y asintiendo con una pequeña sonrisa; confiaba en que Gil iba a poder descifrar gran parte de los escritos. Al final, en mi tripulación solo estaban los mejores, confiaba mucho en sus habilidades. Y aunque no pudiera, sabía que haría todo lo posible por encontrar algo que nos diera una pista. Y yo también quería ayudarlos, así que haría todo lo posible por encontrar pistas una vez llegásemos a la isla. Besé la frente de Auriel, acariciando su espalda.

    — Lo sé, confío en él. Y también confío en Hector para leer las coordenadas que hay en las notas, y en Rick y Liu para encontrar más pistas e información. Se que todos van a hacer su trabajo lo mejor posible, y yo no puedo quedarme atrás. Soy el capitán después de todo—comenté calmado. Además, como no habíamos tenido muchas batallas no había podido mostrarle a Auriel todas mis habilidades de pelea... No quería verme inútil delante de él. Yo no podía interpretar tantos textos como Gil, no tenía tantos conocimientos médicos como Gabriel, no conocía tan bien las mareas como Hector, ni sabía construír como Rick o Kid... Tenía conocimientos variados sobre muchas cosas por la educación que me habían dado en palacio, pero no era sobresaliente en algo así como ellos, excepto en artes y esgrima... y bueno, no teníamos instrumentos en el barco. Negué levemente y acaricié a Auriel, calmado—. En un rato llegaremos a tierra, con suerte podremos encontrar la primera gema.

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    — ¿Nunca has estado en una cara rural? ¡Eso tiene que cambiar! —dijo Tayler animado— Mañana empezaré a buscar casas y os mando opciones—comentó mientras comía, animado—. Oh, y tenemos que hacer un grupo de whatsapp con Alan, Fred ocúpate de eso—me dijo. Yo asentí suspirando un poco mientras seguía comiendo tranquilamente, y Andy rió un poco.

    —No te preocupes de nada, nosotros nos ocuparemos de llevar todo lo necesario, y antes pasaremos por la tienda para comprar lo que vayamos a necesitar durante esos días. Si necesitas algo puedes avisarnos—le dijo Andy a Alan, sonriendo amable. Yo suspiré un poco, desviando la mirada. No sabía en qué momento mi sumiso se había vuelto parte de mi grupo de amigos. No era algo que odiara, pero no era algo que me hiciera sentir cómodo. Al fin y al cabo yo era una persona a la que le desagradaban esa clase de cambios, aunque a mis otros dos amigos parecía no importarles nada mientras pudieran tener a más gente cerca para pasarlo bien.

    — Fred, ¿tú que piensas? —preguntó Tayler curioso.

    — Yo... —iba a hablar, pero me sonó el móvil secundario. Es decir, del "trabajo". Suspiré un poco y me levanté cogiendo la llamada—. ¿Sí...? —me sorprendí—. ¿Ah? ¿Matt? —me volví a sentar, y miré hacia Andy—. Estoy con tu hermano ahora. Sí, ya... ¿eh? —fruncí el ceño y suspiré. Andy me miró nervioso.

    — ¿Pasa algo con Matty? —yo negué un poco.

    —No, es solo que...

    — Es solo que mi vuelo se adelantó—se escuchó una voz, acercándose a nuestra mesa. Un chico bajito, de cabello oscuro y ojos grandes y azules nos repasó con la mirada. Andy sonrió, levantándose y acercándose a abrazarlo, mientras el otro se quejaba.

    — ¡Matty! ¿Querías darle una sorpresa a tu amado hermanito? ¡eres tan lindo! —dijo emocionado, dándole besos en la mejilla mientras su hermano se quejaba. Tay suspiró un poco y miró a Alan.

    — Ese es Matthew, el hermano pequeño de Andy... y bueno... —me miró un poco, y yo lo miré de vuelta. Negó levemente y sonrió— Ya lo descubrirás.

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    Dejé que se apoyara en mi pecho, y sonreí acariciándolo suavementr mientras lo escuchaba hablar sobre lo que quería hacer. La verdad era que yo también estaba bastante cansado después de aquel día jugando con Darren y con Elliot a un montón de cosas, aunque me lo había pasado muy bien.

    — Yo también me lo he pasado muy bien, y Elliot también. Me alegra que hayas venido con nosotros —le susurré dulce. Lo cogí en brazos con cuidado y subí las escaleras hacia la habitación, entrando y mirando un poco hacia Darren aún sin soltarlo. Ya que era entrenador y tenía mucha fuerza, no me molestaba mantenerme cogiéndolo en brazos, de hecho me gustaba mucho ya que podía sentir a Darren bien abrazado a mí. Sonreí al pensar en eso—. Voy a ducharme antes de meterme en la cama, ¿quieres ducharte también o te dejo algo para dormir? —le susurré dulce al oído, acariciando su espalda mientras lo mantenía pegado a mí. Pasé mi nariz por su cabello, calmado; me gustaba demasiado su aroma, era tan suave y dulce...

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    Lo seguí, sonriendo animado esperando a que cogiera todo lo que necesitaba, y cuando bajamos para salir, vi como Luka se despedía de Mika, y luego la perrita me miraba moviendo la cola animada esperando a que yo me despidiera de ella. Y Luka me lo confirmó al decirme aquello, así que reí un poco y me agaché para abrazarla y acariciarla dulce. Ella se emocionó, lamiéndome la cara mientras la mimaba.

    — Eres adorable, qué linda—reí dulce—. Te pareces a tu dueño—sonreí dándole un besito en la nariz. Luego me levanté y miré a Luka, acercándome a él, divertido—. Os parecéis mucho, también eres un mimoso, aunque deberías pedirme más besos... —me quedé un poco, antes de robarle un beso a Luka. Luego salimos de casa en dirección a la tienda para poder comprar lo que necesitábamos para el picnic en la montaña con nuestros amigos. Ya que Logan y Richard se encargaban de la bebida y Elian y Liam de los snacks y el postre, Luka y yo tendríamos que ocuparnos de la comida, cosa que no me molestaba ya que me gustana cocinar, y mejor que nos ocupáramos nosotros de eso que alguna de las otras parejas, o acabaríamos sin poder nada o comiendo cualquier cosa que decidieran comprar a última hora.

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    Organizamos la boda como ambos queríamos, e invitamos a pocas personas, solo algunos amigos que habíamos hecho allí, algunos que se ofrecieron a venir desde España, Italia o Estados Unidos, y las niñas que obviamente no podían faltar después de todo.

    Al fin había llegado el día, nuestra boda. Estaba muy nervioso y deseaba que todo saliera bien. Las niñas y Giov se ofrecieron a ayudarme a prepararme, me peinaron y arreglaron, y luego me puse el traje que iba a llevar. Era un traje blanco, con manga corta por el calor que hacía, y chaleco blanco con pequeños adornos negros. La ceremonia se iba a llevar a cabo en una cala tranquila de la playa, donde se habían montado los bancos, el altar y algunos otros detalles decorativos. Yo estaba esperando a Héctor mientras acariciaba mis manos nerviosas, y las niñas estaban hablando animadas cuidando las cajas con los anillos, ya que habían insistido en que querían ser ellas las que los llevaran. Joder... estaba ten nervioso. Tenía demasiadas ganas de ver ya a Hector caminando por el pasillo de madera que habíamos montado para poder caminar bien hacia el altar.

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    Correspondí su beso cuando me prometió que no se alejaría, y me relajé acariciándolo sin soltarlo. Estaba bajando mis manos hacia su trasero hasta que golpearon la puerta y suspiré separándome. Casi al instante, Rick entró en el camarote.

    —Ah, siento interrumpir...—comentó mirándonos un poco, divertido, y luego negó—. Es sobre el tema de las joyas... Hemos localizado una posible coordenada en una isla cercana de una de las gemas. Llegaremos en un par de horas dice Hector... Y querían que te avisara porque si la gema realmente está en esa isla, significa que hay otras dos que podremos localizar gracias a las notas que Liu y yo encontramos—sonrió animado.

    — Oh... ya veo... —comenté pensativo, acariciando mi barbilla— Si esas coordenadas resultan fiables, significa que el resto de ubicaciones de esos papeles posiblemente también lo sean, o solo sean trampas. Hay que tener cuidado, nunca se sabe —dije levantándome para ir a anotar unas cosas en el cuaderno—. Si encontráis más ubicaciones apuntadlas, por más escondidas que estén. Y tened en cuenta que a lo mejor alguien encontró alguna de las ubicaciones y pudo haber cambiado de lugar. Estad atentos a las noticias de subastas en cada isla a la que entremos —avisé. Rick asintió y salió de allí para ir a avisar a todos.

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    Escuchar a Hector de aquella forma me calmaba bastante; lo que menos quería a tan poco de nuestra boda era que tuviera dudas o se arrepintiera de casarse conmigo. Ya llevábamos demasiado tiempo esperando, y aunque solo fuera formalizar todavía más nuestra relación, sentía que iba a ser el comienzo de un nuevo capítulo de nuestra historia, nuestra vida de casados como esposos, y tal vez formando una familia y viviendo más y nuevas experiencias. Tenía demasiadas ganas de saber qué era lo que nos tenía preparado el futuro. Apenas quedaban unos días, ya teníamos casi todo preparado. Acaricié suave a Héctor, apoyando mi cabeza en su pecho.

    —Se que esta vez todo saldrá bien—le comenté suave, alzando la mirada hacia él, y sonreí—. Ya quiero casarme contigo—murmuré acariciando su mejilla sin apartar la mirada de sus ojos. Lo amaba demasiado. Tanto que deseaba que todo saliera bien esta vez para poder al fin vivir juntos y en paz.

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